Auméntanos la fe
El hombre orgulloso está convencido de que las cosas salen a causa de su esfuerzo. Contrariamente, la experiencia nos dice que cuando contamos con Dios estamos más contentos.
En la práctica mucha gente actúa como si Dios no fuese necesario. Una cosa es la vida espiritual y otra el trabajo. Una cosa es la oración y otra la diversión. Por una parte están la vida material y por otra la del espíritu. En el día a día, no parece que un ámbito influya en el otro, salvo cuando nos interesa utilizar los servicios de Dios para que nos haga un favor, entonces es cuando la oración se utiliza como instrumento.
Hay personas que piden al Señor que actúe, que intervenga… y si no lo hacen desconfían de Él: de su amor o de su existencia. Sin darse cuenta están colocándose por encima del Creador, ocupando su puesto.
La oración para esas personas consiste, de forma inconsciente, en someter a Dios a una prueba. Si les hace caso es un Ser comprensivo; si no les hace caso entonces no es fiable.
Pero la fe no se basa en la eficacia práctica que tiene la oración, para servir a nuestros intereses buenos. El motivo de nuestra fe es el amor que nos tiene una persona: Jesús.
Nosotros confiamos en un Hombre que a la vez es Dios, mientras que un altanero piensa que las cosas salen a causa de su inteligencia y de sus talentos. Pero los éxitos duraderos vienen a causa de la confianza que tenemos en Dios. Por eso le pedimos ahora: –Auméntanos la fe (Evangelio de la Misa: Lc 17, 5).
De una escritora estadounidense, Jennifer Fulwiler, leí que ella pensaba que era feliz. Ganaba bastante dinero; acababa de casarse con un chico estupendo y vivía en una casa con unas vistas impresionantes. Sin embargo, una sombra de oscuridad la había acompañando siempre. Y esa duda le llevó a preguntarse qué era lo que de verdad importaba en la vida. Así tuvo lugar un encuentro inesperado. Como ella ha escrito: “Buscando la felicidad en todas partes acabé encontrando a Dios”.
Hacer un examen a Dios
Satanás conoce la fuerza de nuestra fe, porque él también cree pero tiembla ante el Señor. El diablo es el maléfico genio de “la sospecha” y busca introducirla en nuestra vida. Quiere que el hombre someta a Dios a una prueba. Porque el hecho de querer examinar a una persona es empezar a desconfiar de ella, y eso es lo que pretende nuestro enemigo. Primero introduce la duda y luego la confirma. Nos insinúa que con Dios todo “nos” irá bien. Y cuando la cosa no sale según “nuestro” gusto, entonces, “nosotros” mismos le damos la razón al muy demonio.
El Enemigo puede insinuar: –Confía en Dios, que así aprobarás. Confía que siempre tendrás éxito en la vida. Si Dios te quiere, todo tiene que ir sobre ruedas.
Lo hace para que piquemos el anzuelo. Y cuando la cosa salga mal nos insinuaría: –Ha sido una catástrofe porque, en realidad, Dios no te quiere.
A otros menos espirituales dice: –Ves que rezando no salen las cosas… Puede ser porque Dios no exista... Las cosas materiales son las reales: céntrate en ellas.
Continuamente está Satanás atacando nuestra fe. Espera que estemos cansados, para herirnos. A la fe se le llama armadura porque nos protege de las insidias del enemigo.
Una y otra vez el diablo va lanzando mensajes falsos, fake news, con respecto a Dios. A ver si desconfiamos en algo, aunque sea un poquito, para que haya una brecha en el chaleco antibalas de la fe que llevamos puesto.
El proyectil de Satanás encuentra un resquicio en nuestra armadura si dudamos de Dios. Y lo juzgamos cuando pesamos que “quizá” nos trata con dureza, que “quizá” nos ayuda poco, que no da señales de vida… Entonces ya le estamos empezando a condenar.
Por el contrario la persona que cree en Dios no le somete a un control. Y cuando uno confía en Él es cuando escucha su voz con claridad y acalla la del enemigo. Teniendo fe es como mantenemos nuestro corazón receptivo (cfr. Salmo Responsorial de la Misa: 94, 1ss).
Pero la fe no es una virtud teórica, sino que tiene que ser llevada a la práctica: los santos se han fiado de Dios cuando les pedía que se fuesen a otro país, que tuviesen paciencia en las dificultades, que no protestaran ante las cosas adversas, porque es su Mano la que mueve todo lo que ocurre y lo hace para nuestro bien.
Con la fe vemos las cosas como Dios las ve, aunque sean situaciones muy duras. El amor exige confianza, y cuando la encuentra, entonces se manifiesta y en ese momento cambia nuestro puesto de vista. Las cosas no cambian con la fe, los que cambiamos somos nosotros al percibirlas.
Jesús resucitado
Aunque lo que te ocurra parezca una cosa trágica: Dios, de los males saca bienes. Satanás intenta que sus enemigos fracasen en sus buenos proyectos y el Señor lo permite, para dar luego un giro inesperado: del mal saca bien.
El fracaso humano más estrepitoso fue el de Jesús. Pero su muerte en una cruz, ha sido lo que le ha llevado a su gloria más grande. Nadie como él ha influido tanto en la historia de la humanidad. También nuestras tragedias diarias pueden significar avances enormes. Dios no pierde batallas, si confiamos en Él.
Confiamos en una Persona de carne y hueso, no en teorías. Nadie organiza un banquete de bodas por haberse casado con unos valores, sino con un ser humano.
¿Por qué los cristianos hablamos tanto de Jesucristo? Porque en Jesucristo, Dios se ha vuelto cercano, accesible. Tiene tanta importancia leer el Evangelio, y tenerlo en la cabeza porque Dios nos habla a través de Él.
Nuestra fe tiene su fundamento en la Persona de Jesús (cfr. Segunda Lectura de la Misa: Tm 1, 6-8.13-14). En Jesús se cumplieron las profecías, murió por nosotros; y tenemos pruebas fiables de que resucitó. Nosotros no creemos en un muerto sino en un resucitado vencedor. Por eso, cuando lo visitemos en el Sagrario y cuando lo recibamos en la Eucaristía podemos decirle: Auméntanos la fe. Porque la fe se requiere para dar el gran salto de nuestra vida. Nosotros somos unos siervos inútiles pero con el Señor realizaremos milagros (cfr. Lc 17, 5ss).
Ahora estamos aquí reunidos en su nombre, sabemos que Él está entre nosotros pero no lo vemos. El nos insinúa: –No tengas miedo, fíate de mí que no te he fallado nunca. No te empecines en seguir tu criterio, tan básico, ya sé que tienes buenas disposiciones, pero que el apasionamiento no te ciegue.
Quizá haya gente que se pregunte: ¿pero cómo habla Jesús? Pues nos envía su luz cuando elevamos nuestra mente hacia Él… esto es orar. Hay personas hacen oración pocas veces en su vida y otras continuamente: estos son sus amigos.
Antonio Balsera
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27 Domingo T. O. C
–Primera Lectura
El justo por su fe vivirá
Ha 1, 2-3; 2, 2-4
–Salmo Responsorial
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:«No endurezcáis vuestro corazón».
94, 1-2. 6-7. 8-9 (: 8)
–Segunda Lectura
No te avergüences del testimonio de nuestro Señor
2 Tm 1, 6-8.13-14
–Evangelio
¡Si tuvierais fe!
Lc 17, 5-10