¡Hola! Me llamo Pablo Jorge, tengo 24 años y soy de Güímar, una pequeña ciudad al sureste de Tenerife (Islas Canarias). Soy el hijo mayor de Luis e Isa. Mi hermano, cuatro años menor, se llama igual que mi padre. Mis dos pasiones son el diseño gráfico y pasar tiempo con los más pequeños: los niños. De hecho, soy profe de primaria. Pero hay algo más… desde enero del 2019 soy religioso de votos temporales en la congregación de Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José.
Es posible que creas que desde niño tuve clara mi vocación religiosa pero la verdad es que no. Cuando era pequeño yo no pensaba en ser cura ni fraile ni nada por el estilo. Mi sueño desde segundo de primaria era convertirme en profesor. Sin embargo, sí debo decir que desde siempre me llamó la atención lo religioso. Mi madre siempre explica que desde los dos o tres años, al pasar por delante de una iglesia había que entrar y recorrer todos y cada uno de los retablos para ver las imágenes.
La vocación, en mi caso, es algo que llegó casi sin esperarlo. Se trata de una llamada de amor, un encuentro con Alguien que cambia la vida, los planes y las prioridades. Pero tampoco es un encuentro de golpe y porrazo, en el que un día se te aparece Dios y te dice lo que quiere de ti (ojalá fuera así de fácil), sino que es, más bien, un proceso, un montón de pequeños encuentros en el día a día, en los acontecimientos cotidianos, en las personas. Dios se vale de cualquier situación para acercarnos a Él.
Como la mayoría de mi generación hice la catequesis y la Primera Comunión por tradición más que por convicción. En esos años el párroco me ofreció ayudarle en la misa como monaguillo. Era algo que me gustaba, me entretenía y me hacía sentir bien. Pero era simplemente eso. Por decirlo de alguna forma, era una afición. A medida que crecía fui descubriendo que detrás de todo aquello había “algo más”. Poco a poco comenzaba a madurar como cristiano. Más tarde me confirmé y comencé a dar catequesis. Después aprendí a tocar la guitarra y pasé a colaborar en el coro parroquial. Todas estas actividades me ayudaron a tomar conciencia de que lo que me movía a hacer todo aquello ya no era una afición sino un Alguien: Jesús.
Este camino de crecimiento en la fe no se debe exclusivamente a mi parroquia. El colegio en el que estudié también juega un papel clave en mi vida. Porque Dios así lo quiso mis padres me matricularon en el colegio Santo Domingo, liderado por las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret. Desde niño aprendí a querer a la Sagrada Familia y al fundador de la Congregación: San José Manyanet. Haber compartido tantos años con ellas (desde los tres hasta los dieciséis años y luego como exalumno) también ha sido determinante en mi camino vocacional. Como mi colegio solo tenía hasta cuarto de la ESO hice el Bachillerato en el instituto público de mi ciudad. Sin embargo, seguía visitando con frecuencia el cole, era monitor de montañismo, iba a los encuentros que las hermanas organizaban, etc.
Tras muchos años esperando llegó el momento más deseado por todo estudiante: la universidad. Ese período en el que crees que vas a estudiar lo que realmente te gusta hasta que empiezas y ves que no es exactamente igual a lo que habías soñado. Aún así tengo que reconocer que guardo muy buenos recuerdos de esta época. Como era de esperar comencé el grado de Maestro de Educación Primaria en la Universidad de La Laguna, en Tenerife. El primer curso fue, sin lugar a duda, el año decisivo de mi vocación. A mis dieciocho años estaba estudiando la carrera que siempre había querido, mi padre me había comprado un coche para poder moverme, tenía casi casi el trabajo asegurado en el colegio en el que había estudiado, sabía el lugar en el que quería vivir tras acabar la carrera y tenía claro hasta cuántos hijos iba a tener y cómo se iban a llamar. Era la vida de mis sueños. Sí, sí, de los míos porque esos no eran los sueños de Dios. Yo había planeado mi vida sin pararme a pensar si eso era lo que Él quería de mí. Pero, como decía antes, Dios se vale de cualquier situación para atraernos a Él.
Mi primer año en la universidad está marcado por dos acontecimientos que dieron a mi vida un giro de ciento ochenta grados. En primer lugar, hice muy buena amistad con Álvaro, un chico de Gran Canaria, de la misma edad que yo que en ese momento estaba haciendo el postulantado en la congregación de los hermanos de La Salle. Conocerlo me cuestionó muchas cosas sobre mi vida e hizo que me preguntara: ¿y si Dios me está pidiendo a mí lo mismo? En segundo lugar, en marzo de 2014, participé en un encuentro de fe que las monjas de mi colegio organizaron en Lourdes. Era un encuentro al que yo no debía asistir porque era solo para alumnos. Aun así, como yo era un enchufado fui. Cogimos un avión de Tenerife a Barcelona y luego bus de Barcelona a Lourdes. La estancia allí fue espectacular. Las charlas con las hermanas, el clima de oración, la gruta de Lourdes… sentía que Dios me hablaba en todo aquello y me pedía que se lo entregara todo a Él. Al finalizar el encuentro regresamos a Barcelona. Al día siguiente fuimos a misa a la parroquia donde está enterrado San José Manyanet. Fue allí donde descubrí que existía la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia. Hasta ese momento solo sabía de la existencia de la rama femenina. Para mi fortuna, ambas congregaciones comparten el mismo carisma: promover la devoción a la Sagrada Familia y, teniéndola a ella como modelo, formar familias cristianas a través de la educación, así que intuía que dentro de esta congregación había un sitio para mí.
Regresé a Tenerife y compartí lo que había experimentado con una de las hermanas. Ella me puso en contacto con un padre de la Congregación y, el verano de ese año, me invitaron a tener una experiencia en la comunidad del colegio Padre Manyanet de Alcobendas, en Madrid y a ir de campamentos con alumnos del colegio. Estuve más o menos un mes. Al volver a casa veía que aquello era lo mío, pero quería estar un poco más seguro antes de entrar. Terminó el verano, me matriculé en segundo de carrera y continué mis estudios. En febrero de 2015 la congregación me invitó a pasar una semana en el colegio Padre Manyanet de Barcelona. Cada vez veía más claro que Dios me llamaba a entregar mi vida como religioso en esta congregación. Acabé segundo de carrera y le dije a mis padres que, aunque yo era muy feliz con la vida que había tenido hasta ese momento, quería ser religioso.
El 4 de septiembre de 2015, un poco asustado pero muy emocionado, cogí por primera vez un avión sin billete de vuelta y comencé el aspirantado-postulantado. Durante este periodo continué y terminé mis estudios universitarios de maestro de primaria a la vez que fui profundizando en el carisma de la congregación. Tras graduarme comencé los estudios de filosofía. En enero de 2018 me enviaron a Colombia para hacer el noviciado junto con otros dos compañeros, uno de Colombia y otro de Brasil. El 20 de enero de 2019 hice el compromiso más grande de mi vida al emitir públicamente mis primeros votos como religioso Hijo de la Sagrada Familia. Hoy en día no me puedo imaginar siendo otra cosa. Realmente en Nazaret he encontrado lo que quería y mi corazón deseaba.
Esta es mi historia, pero podría ser la de cualquiera que haya leído estas líneas. Te aseguro que Dios no vale la pena sino la vida entera. Por eso, si te estás planteando una vocación a la vida religiosa, sacerdotal o matrimonial o ya estás viviendo alguna de ellas solo te digo: DUC IN ALTUM. Rema mar adentro, con la confianza puesta en Dios, sin mirar atrás. Vale la pena darlo todo por Aquel que nos lo ha dado todo. Reza por mí que yo, aún sin conocerte, también rezo por ti. Para lo que necesites puedes encontrarme en Facebook como Pablo Jorge y como @pablojjd en Twitter e Instagram.
A.M.D.G et H.S.F
Para la mayor gloria de Dios y honor de la Sagrada Familia