Psicológicamente analizando el camino del amor en sus distintas etapas, intentando comprender qué elementos debe tener el amor en el noviazgo y posteriormente el conyugal, para poder realizar su vocación de entrega total, fiel y fecunda. Tenemos que tener en cuenta que todas las personas nacemos con capacidad innata de amar, esta capacidad es sin embargo educable, cuando quiero ser fiel a una persona le debo cierta intimidad, esto implica educar la mirada, los sentidos, la voluntad, no dejarnos llevar.
La atracción inicial puede desaparecer, pero el enamoramiento incluye no solo lo físico, sino una mirada a la persona en su totalidad, el querer implica una intención, decisión y compromiso de la voluntad, debe tener vocación de permanencia. Esta permanencia hay que trabajarla y esto implica hacerse unas preguntas ¿Por qué estoy con esta persona? ¿Me importa realmente ella, su vida, que sea feliz? O simplemente me alaga su atención, no quiero estar solo, he mejorado social o económicamente.
El conocimiento interior es necesario para establecer relaciones fundamentadas en la verdad, es necesario saber lo que queremos para que nuestra pareja lo sepa, de esta forma podrá ayudarnos a crecer como persona.
A veces se olvida que la base del amor de pareja es la amistad. Quien tiene amigos verdaderos se está entrenando para el amor conyugal. El mentir y engañar no forma parte de la amistad, ni del amor de pareja.
¿Cuándo se sabe si una relación está sentando bien a una pareja? Cuando a los dos se les ve más alegres, mejor en casa, en el trabajo, cuando la otra persona consigue sacar lo mejor de ti y te sientes agradecido, este comportamiento se debe observar en el noviazgo, para eso sirve esta etapa. para comprobar si la persona elegida es buena para ti.
Cuando un enamoramiento es profundo deja impreso en el alma una huella imborrable, porque es luz que permite reconocer algo imposible de definir con palabras: la amabilidad del otro. El amante sabe decir razones por las cuales su atención se ha fijado en esta persona y no en otra: Inteligencia, alegría, sencillez, seguridad, belleza, la suma de todas ellas nos da la razón por la cual esta persona ha entrado hasta el fondo de nuestra alma.
El hombre y la mujer han sido hechos el uno para el otro.
El hombre, por sí mismo, no realiza totalmente esta esencia, ser una persona. Sólo la realiza existiendo «con alguien», y aún más profundamente y más completamente existiendo «para alguien» (···). Una comunión de personas significa existir en un «para» recíproco, en una relación de don recíproco.
Juan Pablo II,
“Teología del Cuerpo”
Amelia Bueno Sagra
Especialista en
Psicología Legal y Forense