Me llamo Bernardo Sastre Zamora, soy de Valladolid y tengo 25 años. Me gustan la física, la metafísica… y las pelis de Disney. Mis otras aficiones pueden ser similares a las de cualquier otro joven de mi edad (escuchar música, ir al cine, estar con los amigos…), solo que, además, soy fraile dominico: ¡intentemos explicar esto un poco! Mi familia y yo hemos tenido desde siempre relación con los dominicos del convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid), pero la Iglesia formaba parte de mi vida como otro compartimento más, en lugar de ser la estantería central… Cierto es que no renegaba de ella, pero tampoco me implicaba demasiado en su vida y misión. Sin embargo, todo esto cambió hace pocos años gracias a una serie de circunstancias:
1) La curiosidad intelectual: A medida que me iba formando en temas relacionados con el cristianismo, la historia de la Iglesia y similares, me daba cuenta de que estas cuestiones iban resolviendo muchas de mis inquietudes (Dios, el ser humano, el mundo…), que incluso me llegaban a afectar personalmente.
2) El misterio de la música: Empecé a tocar el violín de pequeño y en mi entorno la música siempre ha estado presente. El momento culminante fue la oportunidad de tocar El Mesías de Händel, con la orquesta de mi universidad (cuando estaba finalizando la carrera de Física): esta obra hizo que el Mesías fuera entrando poco a poco en mi vida…
3) El sentido de la vida: En las vivencias que tenía hasta el momento, había elementos que no terminaba de encajar del todo, como el problema del mal. Además, notaba que, en caso de dedicarme exclusivamente a las ciencias, me iba a faltar algo importante…
A raíz de estas reflexiones y experiencias, terminé descubriendo la acción de Dios en mi vida: hasta entonces creía en Él, pero nunca lo había experimentado de manera tan clara y cercana. En definitiva, me encontré con el Señor: el Dios hecho hombre entró en mi historia como una persona más. Como describió de forma tan precisa y preciosa el célebre filósofo Manuel García Morente, este encuentro con Jesucristo «se caracteriza por la total ausencia de sensaciones. Dijérase una percepción por el alma sola […]; es una intuición de presencia, desprovista de toda condicionalidad corpórea (sensación)» (véase Relato de la conversión).
Asimismo, para mí fue una experiencia fundante, un llamamiento vocacional que se terminaría traduciendo en un nuevo enfoque vital: ser fraile dominico. Poco a poco, pues, me fui acercando a la Orden de Predicadores a través del contacto directo con diversas personas (con las que participé en varias experiencias vocacionales, pascuas juveniles…). En septiembre de 2016 ingresé en el prenoviciado de nuestra provincia de Hispania, sito en el convento del Olivar (Madrid), del que guardo un grato recuerdo, ya que me sirvió para continuar concretando y afianzando mi elección. Al curso siguiente realicé el noviciado en el convento de Santo Tomás de Sevilla, cuyo comienzo estuvo marcado por la emocionante toma de hábito; también recuerdo con agrado y cariño a toda la comunidad formadora, que me ayudó mucho a seguir sumergiéndome en el carisma dominicano.
Actualmente me hallo en el estudiantado cursando el Bachillerato (o Grado) en Teología. Sigo discerniendo esta vocación mientras crezco en la comunidad de hermanos, acompañado por los formadores y participando en nuevos proyectos de apostolado. Vivimos todos juntos en el Real Convento de Predicadores de Valencia, profesores y alumnos, lo cual es una experiencia realmente enriquecedora, máxime considerando la diversidad de países de procedencia.
Respecto a las motivaciones concretas de vivir el Evangelio como fraile en la Orden de Predicadores, he de decir que me atrae mucho el estudio, que forma parte esencial de nuestra vida porque Nuestro Padre santo Domingo siempre quiso que sus frailes tuvieran una buena formación, para poder cumplir su misión de la manera más preparada posible. Esta fascinación por la búsqueda de la verdad de las cosas nos permite profundizar en el conocimiento del mundo, del hombre y de Dios (creación, criaturas y Creador), y podernos identificar más personalmente con todos ellos.
Otra razón fundamental es apostar por el apostolado, por la predicación, llevada a cabo de manera diversa (la palabra en discursos o diálogos, pero también mediante el arte, la vida comunitaria, la enseñanza, la ayuda humanitaria…). Y todo esto estando inmersos en un mundo que, sea o no consciente, tiene sed de Dios «como tierra reseca, agostada, sin agua» (Sal 62,2). Ahora que estoy cursando los estudios de Teología, veo que puedo darle un nuevo sentido a mi formación anterior y ponerla al servicio de la predicación dominicana. En concreto, veo muy interesante el tema de la relación entre la razón y la fe, que se necesitan mutuamente; en caso contrario, cabe el riesgo de irnos a los extremos, como la «soberbia científica» (racionalismo) o el fanatismo religioso (fideísmo), tendencias deshumanizadoras que, lamentablemente, están a la orden del día…
Quiero terminar dando las gracias a Dios por la vocación y a todas las personas que me han ido acompañando hasta el momento: familiares, amigos, dominicos (frailes, monjas, laicos, jóvenes y otros miembros de la Familia Dominicana), hermanos en Cristo de diversos lugares de la Iglesia, así como profesores y compañeros de distintos ámbitos. En cuanto a ti, lector, quizá también, como yo, has tenido alguna experiencia parecida o has sentido inquietudes vocacionales similares: piénsatelo… ¡merece la pena! Si queréis manteneros en contacto, me podéis seguir en las redes sociales: Bernardo Sastre Zamora (Facebook) o @curiosidades_academicas (Instagram). Muchas gracias y que Dios os bendiga.
Bernardo Sastre Zamora