¡Nunca te olvides de María! Si pasas por un mal momento… ¿has probado dirigirte a María? A su lado, todo es más fácil. Recuerda que a Jesús se puede llegar por ella, y que es el camino más breve.
María, madre nuestra
María es la madre de Jesús pero también es madre de la Iglesia; y por tanto, nuestra madre, tuya también. Dios eligió a María y nos la ha regalado como ejemplo de santidad y oración. Es nuestro modelo porque no había nada que ella hiciera sin haber consultado a Dios. En el Evangelio se dice que meditaba todos los acontecimientos de la vida de Jesús en su corazón. Por esto también es maestra de todo aquél que quiere aprender a orar.
Dirígete a ella siempre al empezar, durante y al terminar tu oración diaria; acógete a su intercesión; acuérdate de parar un rato de tus afanes diarios durante el rezo del Ángelus todos los días a las 12.00; lleva contigo alguna imagen de ella en la cartera y acuérdate de ella siempre antes de acostarte! Hay una costumbre especialmente importante de la que te quiero hablar: se trata del rezo del rosario. ¿Te cuesta horrores el terminar cada una de las decenas? Pues ¡pon amor! Con cariño todo es más fácil. El rosario te ayudará también a conseguir que la oración sea una constante en tu vida y potenciará tu espíritu orante. Recuerda que el rosario ha sido recomendado por la misma Virgen, en Fátima o Lourdes, así como por los santos y miembros de la Iglesia.
No te olvides de María
Acude mucho a María durante el día. Si lo haces, harás tu oración más agradable a Dios, al acordarte de su madre. Tú mismo te sorprenderás de cómo crece tu oración y sobre todo, tu disposición a amar y comprender a los demás. Puede que ya te hayas dado cuenta, pero la capacidad de cambiarnos y mejorarnos de la oración es tan fuerte que nunca nos acostumbraremos de todo lo que podemos hacer gracias a ella.