Es lógico que hoy nos situemos en el lugar en el que la Iglesia está reunida en oración. El Cenáculo. Un lugar donde un grupo de hombres con unas cuantas mujeres resisten a una cierta tentación: el abandono.
No hay más que situarse en la escena de los 2 discípulos de Emaus que, como el hijo Pródigo, también ha pintado Rembrant para darse cuenta de lo lógico que supone marcharse después de los sucesos de los últimos días en Jerusalén. Conocemos el nombre de uno de los dos discípulos que decide abandonar el Cenáculo: Cleofás. El segundo, aunque es sólo una interpretación, podría ser el mismo Lucas que, como se desprende de la lectura del relato, sabe mucho del suceso.
Lo que hoy nos interesa del relato es que San Lucas dice que estos dos discípulos, la misma tarde de la resurrección de Jesús, regresan a su aldea, Emaus. Suponemos que regresarían cuando todavía hay luz y que, como dice el evangelio, el único tema de conversación sería los acontecimientos de esos días. Es lógico ya que la mañana en el Cenáculo ha sido trepidante.