Hola, mi nombre es Agustina Itatí Viola. Tengo 22 años y vivo en la ciudad de Esperanza, Santa Fe. Cuando me pregunto ¿Cómo vivo mi camino de fe? Me doy cuenta que este camino empezó hace mucho tiempo, desde antes que naciera. Sí, desde ahí, porque como dije antes, mi segundo nombre es Itatí, por la Virgen de Itatí, ya que es gracias a ella que hoy puedo estar acá escribiendo esto, es a ella a quien le debo la vida; porque cuando mi mamá no podía concebir un hijo, iba siempre a la ciudad de dicha virgen para pedirle que pudiera tener un bebé y cuando estaba a punto de rendirse la Virgen de Itatí le concedió la gracia de poder tener un hijo.
Luego fui creciendo, pero la fe se fue perdiendo. Cuando estaba en 5to año del secundario
tuve la oportunidad de hacer un retiro de impacto, donde me mostraron a un Dios que,
si bien ya lo conocía, era una parte de ese Dios que yo no tenía ni idea, me mostraron
la importancia de lo simple de la vida, lo maravillosa que es la vida con Dios en ella, el
amor de Jesús hacia nosotros y sobre todo me hicieron enamorarme de la Cruz, sí, hoy
en día puedo decir que soy una enamorada de esa Cruz. Ahí comenzó una nueva etapa en mi vida, etapa que me hizo ser la que soy hoy en día.
En este vivir mi fe, actualmente también lo hago dando catequesis en la capilla de mi barrio. Es algo que me llena de energías y alegría para llevar toda la semana que me espera por delante, ya que por más que llegue cansada ese día o con muchísimos
problemas y líos esa hora, con esos niños me devuelven la energía. Trato de trasmitirles ese amor por Jesús y por la cruz que siento, que vean que a pesar de todo lo malo siempre hay alguien que nos espera al final del día para que volvamos a él, alguien que nunca nos deja solos.
Otra forma que tenía de vivir mi fe era formando parte de un grupo de jóvenes, llamado ‘Sembrando Esperanza’, que tiene la misión de organizar retiros de impacto, el mismo que me hizo conocer al Dios que tanto amo hoy en día. También realiza diferentes voluntariados en distintos lugares de nuestra ciudad. Formé parte de este grupo durante 6 años, años donde conocí personas que me hicieron ver que como joven no estaba sola en este camino, que éramos muchos tirando para el mismo lado.
Organizar estos retiros, realizar esos voluntariados era y es algo que siempre me llenó
de alegría, ya que poder ayudar a que otros jóvenes conozcan a Cristo y se enamoren
de la Cruz como lo hice yo es algo que me llena el alma; así como también poder ayudar al que lo necesita, ya sea con una palabra de aliento, una oreja para escuchar, un abrazo, algo material, lo que sea, es algo que me genera una alegría inmensa, saber que le estoy haciendo el bien a alguien.
Todo esto que les conté me llevó a ser la persona que soy hoy en día, a poner a Dios
en el centro de mis días, a ver que las cosas simples y complicadas, son todas regalo
de Dios, que lo que soy es gracias a él y se lo debo nada más que a él. Pude ver a
Dios en el otro, en el dolor del otro, en la alegría de mi prójimo.
Estoy convencida, que dejar entrar a Dios en mi vida fue la mejor decisión que tomé,
ya que pude experimentar el no tenerlo o alejarme de Él y sentir un vacío inmenso,
una tristeza que no se iba y al volver a encontrarlo volvió a mí la alegría que tengo
hoy, es la alegría de tener a Dios en mi vida; porque si, como todos tengo problemas y
malos momentos, pero para mí la mejor y única forma de pasarlos es haciendo una
visita al santísimo, rezando una oración y pidiendo a Jesús que me ayude a aceptar su
voluntad y a María que nunca deje de cubrirme con su manto.
Agustina Viola