Frustra bastante acabar la semana y comprobar que no te ha dado tiempo de hacer aquello que te habías propuesto. A veces ni nos lo podemos creer. Contaba con toda la semana, todo el día, toooda la tarde… ¿cómo se me ha podido pasar? Sólo tenía que mandar un WhatsApp para felicitarle, acordarme de recoger un paquete, o decirle a mi jefe que no estaría tal día… ¡pero se me ha olvidado!
Sabemos bien que cuando emprendemos un camino no dejamos de ser libres para escoger otras rutas. Por ello, a medida que avanzamos, se nos van presentando alternativas, opciones distintas a aquello por lo que habíamos apostado inicialmente. Estos nuevos caminos pueden ser mejores o peores, pero nosotros seguimos siendo libres para cambiar de rumbo o seguir con la misma meta. Cuando nos pasa lo que he descrito al principio, quiere decir que las alternativas nos han comido: no hemos sido capaces de llegar al final del camino.
Esto nos puede pasar con cositas pequeñas, pero también a gran escala. Si en una semana no logramos hacer algo, contamos con la siguiente para realizarlo. Ahora bien, cuando sea nuestra vida lo que se acaba… Igual conviene pensar de forma seria, ahora, a qué la queremos dedicar.
Una decisión que nos supera tanto, como cristianos sabemos que lo mejor es dejarla en manos de Dios, el único que sabe lo que nos hará felices realmente. Así pues, es en la oración donde descubrimos el Camino en mayúsculas. Pero no solo eso, allí también identificamos las alternativas que se nos presentan a ese camino, es decir, las tentaciones. Éstas, si nos fijamos, no tienen por qué ser malas en sí mismas. Lo son en la medida en que nos separan de aquello que Dios nos está pidiendo. Pero ojo, ¡seguimos siendo libres! Es decir, también y sobre todo son ocasión para reafirmar nuestra vocación, lo cual es muy valioso. Ahora bien, si salimos del ámbito de la oración, donde Dios nos descubre quienes somos y adónde vamos, quedaremos a merced de cualquier opción que el demonio, bajo cualquier otra mascara, nos ofrezca.
Jesús, en el desierto, vence la tentación reafirmando su vocación, la misión que el Padre le ha confiado. En Él nos fijaremos el próximo jueves. Veremos cómo, unidos a Cristo y teniendo clara la propia vocación (imposible sin la oración), somos capaces de vencer fácilmente la tentación.