Al final el “matrimonio”, se ha convertido en mi pasión y mi vocación profesional. Aunque todos tenemos nociones, es difícil comprender la verdadera idiosincrasia de la vocación al matrimonio. Esta solo se puede entender si se sabe lo que es realmente, no se trata de querer, ni de amar, sino de “mi alma te pertenece”, a este estado incompleto, solo se puede llegar si antes de conocer a la persona amada, eras una persona completa y madura.
Madura desde el punto de vista canónico significa hacer una valoración crítico valorativa del paso que vas a dar, teniendo un noviazgo maduro, aceptando los defectos y virtudes del amado.
El paso se debe dar conociendo y entendido los fines del matrimonio: “El amor, la ayuda mutua, la procreación de los hijos y la educación de estos» (Cfr. CIC no. 1055; Familiaris Consortio nos. 18; 28).
Para ello el hombre y la mujer se atraen mutuamente, buscando una complementariedad, siendo esta la forma que más se asemeja a Dios. Adquiriendo un compromiso: ” Quiero hacerte feliz todos y cada uno de los días, de nuestra vida juntos. Tú felicidad será mi felicidad, tú sufrimiento será mi sufrimiento”.
Está de moda la individualidad autosuficiente de la persona, pasando por alto su estado completo y su sentido de plenitud, ya que a partir de conocer a la persona amada, solo te sentirás pleno a su lado. Es más la necesitas para tú salvación, para ser santo:” Mi alma necesita a tú alma para nuestra salvación”.
Otro concepto que me parece erróneo es que se diga que el matrimonio no te da la felicidad, no te la da pero te hace más feliz, la unión entre un hombre y una mujer, es el estado de Gracia, por naturaleza, en su cualidad humana, se puede entender “como el conjunto de cualidades que hacen agradable a la persona o cosa que las contiene o en su acepción trascendental, como favor sobrenatural y gratuito que Dios concede al hombre para ponerlo en el camino de la salvación”, según el diccionario de la lengua.
Cuando encuentras a esa persona, sabes que es especial, porque es única para ti, con la que decides crear una familia, por la que lo darías todo, incluso tú vida, a veces, sientes remordimientos porque como humano, piensas que son lo primero. En tus ratos de oración lo miras avergonzado, por quererlos tanto, pero Él se ríe, con ternura, porque los creó para ti.
Tú alma con mi alma,
una sola alma,
tú cuerpo con mi cuerpo,
un solo cuerpo,
vivir para Ti,
vivir para nosotros.
Amelia Bueno Sagra
Doctorando en Dcho.
Especialista en Psicología Legal, Forense y
Dcho. Matrimonial Canónico