He de ser obediente, pero no siguiendo una obediencia sin sentido, al contrario. Con todo el sentido sobrenatural y humano, un sentido que llega a su plenitud cuando se obedece con gozo por estar aceptando con paz y alegría la voluntad de Cristo, Nuestro Señor.
¿Acaso tendría sentido una imposición de saberes o voluntades? Lo único que tiene sentido es el Amor de Dios, un amor que hoy nos habla de la plenitud que da Jesús a la tradición, y del significado de la obediencia esperanzada.
«Aquí estoy para hacer tu voluntad», dice el salmo 40 (39).