El Señor nos cura y nos redime. Ayer, en Genesaret. Hoy, en la Eucaristía, donde no solo podemos acercarnos a Él, sino tomarlo en nuestro propio cuerpo para, poco a poco, ir configurándonos con Él. Jesús atiende a los enfermos y demuestra su infinita misericordia. Pone rostro a la ternura del Padre.