El pasado domingo 27 de enero tuvo lugar el cierre de la Jornada Mundial de la Juventud 2019 en Panamá. En la misa de clausura, el Papa Francisco puso el broche final a una semana en la que la juventud católica de todo el mundo se reunió en el centro de América para festejar que somos amados y salvados por un Dios misericordioso.
Han sido millones los jóvenes de todos los rincones que han acudido a su cita con el Papa, cuyo lema este año era la frase: «He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Esto ha hecho que gran parte del discurso y enfoque de la Jornada hayan recaído en la figura de la Virgen María, así como en el gozo de la Vocación, de cumplir la voluntad de Nuestro Padre. María, precisamente, es el mayor ejemplo del cumplimiento de los deseos de Dios. Con un único Sí dijo sí a todo. En palabras del mismo Francisco, «María, la ‘influencer’ de Dios (…) era una joven de Nazaret, no salía en las redes sociales de la época, y no era una ‘influencer’, pero sin quererlo ni buscarlo se volvió la mujer que más influyó en la historia». Y qué grande es la recompensa de Dios para los que lo siguen sin miramientos. Qué felicidad tan inmensa les tiene guardada. De este modo, el Papa Francisco no se ha cansado de decir a los jóvenes que no dejen de hacer ruido y que armen lío, para así lograr truncar los planes de esas sociedades que tratan de «tranquilizar y adormecer a los jóvenes para que no hagan ruido, para que no se pregunten ni pregunten, para que no se cuestionen ni cuestionen». Porque justamente ese estado de indiferencia es lo que impide al hombre tener la experiencia de Dios y saberse hijo suyo, amado por Él hasta el extremo.
Siguiendo en la misma línea, el Papa no ha dudado en clamar contra ese mundo «que no está dando raíces ni cimientos a los jóvenes”, cosa que no puede más que desembocar en su desorientación y desesperanza.
Esto son únicamente unas pocas y resumidas pinceladas de lo que han sido estos días en Panamá, pero si de algo no hay duda, es del mensaje esperanzador que ha infundido el Papa a la juventud y con ella, a la Cristiandad. Estas palabras de Luz que ha vertido en medio de este oscuro mundo no hacen sino recordarnos que, ante todo y contra lo que en muchas ocasiones nos pueda parecer, nuestro reino no es de este Mundo. Y es ese el principal alimento de la esperanza en Cristo.
María Ramos