Quizás aún no sepas quién es Marta Obregón, pero en cuanto leas algunos retazos de su biografía nunca serás la misma persona. Marta era una joven de su tiempo: alegre, divertida, inquieta, universitaria… ¡y con muchas ansias de santidad! Santidad que logró en el martirio una noche de enero en Burgos. A continuación te dejamos un artículo sobre su vida publicado en ReL y algunos testimonios de quienes la conocieron:
“Oh Dios: ayúdame por favor ¡ya! (que no hay tiempo, Señor…, que la vida es muchísimo más corta de lo que, pobres ilusos, pensamos. Que cuando tú quieras nos coges y nos llevas de este suelo que nos ha tocado vivir). Ayúdame pronto a encontrarte. Ábreme bien los ojos y mi corazón (…) Solo una cosa más: que sepas que te quiero y que siempre lo he hecho, a pesar de todo”.
Este es uno de los apuntes que dejó escrito la joven Marta Obregón, cuando con tan sólo 22 años fue asaltada a la puerta de su casa y llevada a un descampado donde con todas sus fuerzas luchó por defender la virtud de la castidad y su virginidad. El asesino, conocido como ‘El violador del ascensor’, no consiguió su objetivo pero asestó catorce puñaladas que acabaron con la vida de una católica enamorada de Dios y que quería ser misionera itinerante.
Una fecha muy concreta
Fue asesinada el 21 de enero de 1992, precisamente en la festividad de Santa Inés, una joven virgen romana martirizada por preservar su castidad. Además, recibió 14 puñaladas, las mismas que Santa María Goretti, asesinada y canonizada por este mismo motivo. Para muchos de los que la conocieron no fueron casualidad estos hechos.
Su proceso de beatificación se abrió en 2011 en Burgos, y está a punto de enviarse toda la documentación a Roma. Parte de ella en la que se cuenta la vida, el amor a Dios de esta joven, sus escritos y el bien que ha hecho a muchas personas ha quedado plasmado en el libro Marta Obregón, ‘Hágase’ Yo pertenezco a mi amado (Editorial Fonte Monte Carmelo), escrito por el sacerdote Saturnino López, postulador de la causa de beatificación de esta joven.
El perdón de los padres
Una de las principales gracias que Marta Obregón ha logrado es que sus padres hayan perdonado a su asesino. Pedro Luis Gallego fue detenido tras violar a 18 chicas y matar a dos, entre ellas Marta. Fue puesto en libertad tras 21 años de prisión en 2013, y ya está de nuevo en la cárcel tras violar a más mujeres. “Rezo por su asesino para que se convierta», afirmaba la madre tiempo después de la muerte. Antes incluso lo hizo el padre, que en el propio funeral ofreció este perdón.
Esta “sierva de Dios” se había enamorado profundamente de Cristo, y aquella luz irradiaba a todos lo que la rodeaban. En su diario dejaba escrito: “Dios es lo más importante en mi vida. Mi amor. Y como he conseguido llegar a esta gran verdad, no quisiera nunca perderlo. (Yo sólo quiero seguirte, Jesús)”.
Amor a la evangelización
Marta fue asesinada cuando cursaba 5º de Periodismo. En su viaje de fe descubrió en el Camino Neocatecumenal su lugar en la Iglesia y pasó de querer ser una famosa periodista a aspirar dar la vida anunciando la Buena Nueva.
Los escritos que publicó en algunos medios de comunicación de la época mostraban esa valentía y amor a Dios que la caracterizó hasta el momento de su muerte. Días antes de morir en el Diario de Burgos escribía una carta en la que defendía a un artista que había sido criticado por defender la vida del no nacido durante una entrevista radiofónica. Como si intuyera su finitud en esta tierra aseguraba: “…‘porque estamos de paso en este mundo’. Si se pensase esto un poco más…”.
En la revista Círculo Joven escribía sobre la Guerra del Golfo Pérsico, y no desaprovechaba la ocasión para anunciar el Evangelio a jóvenes como ella afirmando que “si, al menos nos diésemos cuenta de qué es lo que realmente importa en nuestra vida, no nos permitiríamos el lujo de contestar a nuestros padres, de despreciar a ciertos amigos (que… no es nada pero, es que son tan pesados…), de renegar de todo, en definitiva. ¡Pero, es que no nos damos cuenta de que ese, al que siempre estamos declarando la guerra, es el mismo Jesucristo, pues Él es nuestro prójimo”. “La verdadera y única paz se encuentra en Dios”, concluía el artículo.
Una pequeña crisis de fe
Marta creció en una familia muy cristiana pero a los 17 años vivió una crisis – “déjame que tropiece, que ya me levantaré”– decía a su madre, que le llevó a dejar el Club Arlanza de Burgos al que iba habitualmente. Empezó a salir por la noche y a conocer a chicos alejándose bastante de la práctica religiosa.
Fue entonces, coincidiendo con el inicio de la universidad en Madrid, cuando descubrió Taizé y fue hasta allí. En una carta escrita a una amiga suya desde este lugar en los Alpes decía: “Es curioso, pero cuando descubres algo importante en tu vida, y caes en la cuenta de cosas fundamentales que hasta entonces pasaron inadvertidas a tu lado, te encuentras francamente bien, en paz…”.
El enamoramiento en la Iglesia
De regreso, tras un problema con un sacerdote que le negó la absolución en una confesión volvió a renegar de Dios, hasta que gracias a unas amigas suyas conoció a un sacerdote del Camino Neocatecumenal. El encuentro la dejó muy impresionada y poco después pidió hacer las catequesis y empezar a asistir a esta realidad eclesial en la que definitivamente se enamoró de Dios.
En las comunidades comenzó a desplegar sus virtudes y cualidades. Cantaba, salmodiaba, hablaba de Dios a todo el que se le pusiera por delante. Y rápidamente sintió la llamada a la evangelización. Quería ser “itinerante”, catequistas que por todo el mundo proclaman el Kerygma. Sin embargo, era todavía muy joven, apenas superaba los 20 años, y tenía que acabar la carrera de Periodismo.
En sus escritos que recoge el libro había plasmado: “Yo he pasado de la muerte a la vida. Él me ha sacado. Pero ahora le estoy eternamente agradecida (quizás de boca), y le digo: Señor, déjame que tu voluntad se haga en mí. Si lo dejo todo y te sigo porque veo que eres lo único en mi vida, el único sentido de mi existencia, me sentiré mucho mejor. ¡Pero no tengo fuerzas!”.
Asesinada tras rezar ante el Santísimo
Así fue pasando el tiempo hasta que un frío día de enero de 1992, festividad de Santa Inés, salió de estudiar del Club Arlanza tras hacer un rato de Adoración al Santísimo. El asesino la esperaba en la puerta de casa. Había recibido ante Jesús Eucaristía la fuerza suficiente para resistir el martirio al que fue sometido por amor a Dios.
En la declaración que recoge la Positio, el agente de Policía que acudió al lugar del crimen confiesa que nunca había visto en un crimen tan horrible un rostro con tanta paz como el que transmitía Marta.
Lo mismo decía su madre. “Vi la cara de paz que tenía mi hija», contaba emocionada, «es lo que chocó a todo el mundo». La gente que la vio aseguraba que «había muerto santa porque era imposible que con esa muerte tan violenta tuviera esa cara, parecía una virgen niña, perdonando al que lo mató, si no es imposible».
«Hágase», la palabra favorita de Marta
Como joven enamorada de su amado en el entierro el féretro entró a la iglesia con el canto del Ven del Líbano Esposa, recogido del Cantar de los Cantares, y que los presentes cantaron emocionados. Justamente, días antes había hablado con una amiga sobre cómo le gustaría que fuese su entierro si moría.
“Hágase”. Esta era la palabra que siempre tenía Marta Obregón en la boca. Al igual que la Virgen, durante los dos últimos años de su vida su empeño pasaba por querer hacer la voluntad de Dios. Viendo los antecedentes de su asesino si no se hubiera resistido a la violación seguramente seguiría viva. Pero ella quería entregar todo a su Amado, y ese no era otro que Cristo. Y no se reservó nada para ella. Ni siquiera su vida.
Quería ser misionera “itinerante” y lo fue desde el mismo instante de su muerte.Conversiones, gracias espirituales y físicas, vocaciones… Mucha ha sido la ‘guerra’ que Marta ha dado desde su asesinato.
Las gracias tras su muerte
La primera gracia fue la conversión de Montserrat Agustí, amiga de la madre y que se convirtió tras el entierro. Algo se movió en su interior en aquel momento, tanto que tuvo que llamar a la madre de Marta pese a la situación que ésta estaba viviendo. “No sabes la alegría que me das, con tres personas, con tres personas que reaccionen como tú, la muerte de mi hija estará justificada; mira, el próximo sábado vienes conmigo y te confiesas con el confesor de Marta, él la conocía muy bien y te ayudará”, le dijo la madre.
Montse lo hizo y ahora confiesa: “experimenté un cambio en mi vida. El Señor me ha dado la vuelta como a un calcetín (…) Me he enamorado de Dios, como Marta”. Gracias a este primer testimonio se decidió que había que intentar abrir la causa de beatificación, pues con su muerte, pero sobre todo con su vida, Marta se había convertido con sus 22 años en un ejemplo para todos los cristianos.
Varias amigas acabaron como monjas de clausura
Otras muchas gracias se han desprendido de su muerte. Marta tenía el deseo de una vida de entrega total a Cristo, y curiosamente algunas de las amigas con las que más se juntaba son ahora monjas de clausura. Hasta cinco chicas dispersas en conventos de Caleruega, Soria o Palencia.
Una de ellas, Sor Clara María del Espíritu escribe en una carta al postulador: “Cuando dos años después de su muerte nos vimos un grupo de chicas montadas en un coche, dispuestas a hacer una experiencia en un monasterio (todas amigas de Marta), pensamos que era cosa suya, que desde el cielo estaba preparándonos algo (…), ahora me encuentro aquí, en Soria, siendo clarisa, esposa de Jesucristo, feliz y contenta”.
Sor Verónica Berzosa, fundadora de Iesu Communio, recordaba como Marta acudió en varias ocasiones a Lerma a hablar con ella. «Me dijo: ‘es verdad, dejarse hacer por Él, eso es todo, confiar y no temer’. Sencillamente vi en ella que descansaba al estar abierta a la voluntad de Dios, sin aferrarse a ningún camino”, explicaba esta religiosa.
«¡Si pudiera dar ejemplo con mi vida!»
Además, sor Verónica aseguraba que “estoy seguro de que, en aquella hora de cruz y entrega, conoció en verdad lo que es la oración de la Iglesia entera a favor suyo, Marta no estaba sola. Por eso, su entrega me ha ayudado aún más a arrodillarme y orar estrechada al corazón de Cristo, donde se escucha el grito, la súplica, el dolor y la esperanza de todos los hijos de Dios, de nuestros hijos”.
Marta Obregón quería ser un instrumento de Dios y así lo dejó escrito. “Veo que Dios me ‘exige’ cada vez más, y aun en eso me siento privilegiada. ¡Si pudiera dar ejemplo con mi vida!”. Esto y mucho más ya lo cumplió con creces. Su ejemplo es ahora válido para toda la Iglesia
Si quieres conocer más sobre la vida de Marta o sobre su causa de beatificación, puedes dirigirte, a través del siguiente enlace, a la página de la Diócesis de Burgos: https://www.archiburgos.es/causa-de-marta/es/inicio/