Sin duda, la película más bonita que vamos a ver en el cine esta Navidad.
Auggie nació con una malformación facial, y después de 10 años de operaciones y de ser educado en casa por su madre, tiene que hacer frente al gran reto de ir a la escuela e intentar encajar con sus compañeros.
A pesar del drama que puede parecer, el director no quiere que sintamos pena por el protagonista, y lo que más nos gusta de esta película es que está perfectamente configurada y dirigida para no emocionar en exceso, pero sí en su justa medida. Es decir, no saldremos llorando del cine pero sí que salimos muy conmovidos.
El espectador observa una misma situación desde varios puntos de vista, desde el prisma de cada uno de los protagonistas, por lo que nos da una visión completa de lo que realmente acontece. Probablemente escuchéis que es una historia sobre el bullying, pero realmente este no es el tema principal.
Los actores hacen un papel grandioso (bajo mi punto de vista), eso sí, tengo que recomendar que la veáis en versión original, porque creo que con el doblaje se pierde un poco esa naturalidad y emoción que transmiten.
Una película en definitiva, cargada de valores positivos, con citas realmente inspiradoras y una gran sensibilidad y dulzura, cuya principal enseñanza es que para crecer es necesario salir de la zona de confort.