Buena pregunta. Me la hacía un colega hace unos días, no porque yo sea cura, pero si por ser un aspirante que lo desea con todas sus fuerzas. Pues lo mismo que cualquiera que en pleno siglo XXI no se conforma con las relaciones personales, le contesté.
Internet, WhatsApp, las redes sociales o el mismo teléfono son herramientas útiles en la medida que se usen bien. Es más, no solo útiles sino muy necesarias. Cuando era chico me decía mi padre que el teléfono se había inventado para acortar distancias y no para alargar conversaciones. Hoy en día se puede decir lo mismo de las redes que nos conectan y nos hacen saber de los demás, sus estados, sus fotografías, sus vidas… en este mundo cada vez más globalizado y acelerado.
Huir de ellas porque no se saben manejar con prudencia y templanza, porque nos llevan a perder el tiempo, a distraernos, a soliviantarnos… no deja de ser eso: una huida. Y, las huidas, no son buenas porque no atajan el problema, sino que lo posponen, lo desplazan.
Podemos encontrar mil argumentos para “cerrar nuestras redes” o “no utilizarlas”. Pero, como sería un poco negativo enumerarlas y a todos se nos pueden ocurrir, hoy prefiero dar argumentos de por qué son buenas y útiles, más aún para un sacerdote con celo y ansia por las almas que no se conforma con las que convive o tiene cerca, sino que ansía también las de lejos. Pues bien:
- Lo primero es que las redes necesitan un entrenamiento y un tiempo “x” al día que nace del que «la vida de los demás» realmente te interese. Si tú no interactúas con otros, bien porque sus publicaciones te importan un pimiento o bien porque las ves “sin que se enteren” cual vieja del visillo… luego no esperes que los demás te lean a ti o interactúen contigo… y por tanto también puedas serles útil.
- Las redes sociales son útiles porque hacen que de tus alegrías no solo disfruten los de cerca, sino también los que te quieren y están lejos, especialmente por los que sientes un simple cariño que no toca con la amistad.
- Gracias a ellas consigues no perder la pista de aquellas personas que Dios va poniendo en tu camino y que, por cuestiones como que el día «solo» tiene 24h, no puedes ver o dedicar parte de tu tiempo físico.
- A mí en cierto modo me encantan porque gracias a ellas consigues que tu testimonio no empiece y acabe con esos seres queridos o cercanos. Me decía ayer un amigo: “la gente que fue a tu Admisión a Órdenes se llevó un gran testimonio tuyo”. Y yo me preguntaba: ¿por qué solo ellos tenían ese derecho a ese testimonio si fuera de mi ambiente cercano, de mi ciudad… también hay gente que me aprecia y a la que aprecio?
En las redes sociales hay como una regla de oro que resume todo lo anterior y es buen indicador de su uso correcto: las alegrías, compartidas, son más alegres. Por ello: sé natural y no busques protagonismos o postureos sino el simple hecho de compartir. Y, además, hazlo ¡con cuanta más gente mejor!