¿Cuántas veces pasáis por la capilla de vuestra universidad y sentís miedo a que os vea alguien? ¿Y qué dirán de mí si entro? ¿Les invito a entrar? ¿Paso de largo y me ahorro el mal rato?
Señor cómo me gustaría vivir con libertad. Dejar salir lo que tengo dentro sin que me importe lo que van a pensar los demás, o lo que comentarán.
Tenemos miedo de lo que pensarán los demás si defiendo mis ideas, si visto a mi manera, si mi opinión es diferente a la de la mayoría… y dejo de ser yo mismo para convertirme en la persona que los demás quieren ver en mí. Paso por la capilla de la Universidad y tengo miedo a que me tachen de cristiano, entonces decido mejor no entrar y pasar de largo…. No me doy cuenta hasta que Dios no me para los pies y me dice, “Sé tu mismo, yo te quiero a ti tal y como eres. No te avergüences de mí, que soy tu Padre”.
¿Por qué tenemos este miedo? Tenemos que estar más que orgullosos de la suerte que tenemos. Es más, también debemos acercar a los demás a esta persona que es la fuente de mi vida, que me da un sentido al despertar cada mañana, que me saca una sonrisa en mis momentos más débiles, quien me da amor y me enseña a amar.. Dios.
¡No eres un cobarde! Pero Dios te pide, desde hoy, que seas testimonio allí donde vayas. ¡Es difícil pero puedes hacerlo! El otro día paseaba por la universidad con una amiga atea y le invité a saludar al Señor en la capilla. Al principio me preguntó si ella también podía pasar y por supuesto que podía, es más, le dije que Dios la estaba esperando. Entró y saludó, haciendo la genuflexión y, acto seguido, salimos de la capilla en dirección a nuestra clase. Al acabar la clase me preguntó si podía simplemente entrar para saludar e irse. Le expliqué que Dios, además de Padre, es también nuestro amigo y espera, como todos nuestros amigos, que le saludemos al entrar y salir de la Universidad… se fue reflexionando. Nosotros desde la tierra hacemos lo que podemos, Dios se encarga del resto.
Este pequeño acto puede resultarnos muy costoso, pero no podemos irnos arrastrando por la corriente, porque entonces nuestras convicciones acaban muriendo. Aquél que lucha lo consigue, así que os reto a que lo hagáis en vuestra universidad. No se trata de colgar un cartel para invitarlos a entrar, ni de hacer un llamamiento general a toda la clase, simplemente se trata de invitar a tus más amigos, aunque muchos de ellos probablemente no acaben entrando, o bien entren más tarde, pero hay que intentarlo. Si nos quedamos con los brazos cruzados e indiferentes nos acabará llevando la corriente.
Cuando entramos en la capilla vemos cómo Dios nos sonríe y nos agradece esos minutos de nuestro día que dedicamos a Él. De 24h que tiene el día, con esos 3 minutos le hacemos muy feliz. ¡¡Qué afortunados somos de ser cristianos y de experimentar el amor infinito de Dios!!
Núria Conesa Casals