Filka Mihalj es una mujer de Bosnia que hoy trabaja en Medjugorje, como traductora de español y guía. Reza el Rosario, ama a Dios y a la Virgen y trata de ir a misa diaria siempre que puede.
Sin embargo, durante bastantes años de su juventud estuvo alejada casi por completo de la fe. Fueron unos españoles queacudían en peregrinación a Medjugorje los que la volvieron a acercar a Dios a través del amor de la Virgen María.
Filka nació en una familia de croatas de Bosnia cuando todavía existía la Yugoslavia comunista. Su padre era miembro del Partido Comunista. Su madre era creyente católica pero evitaba dar demasiada visibilidad a la fe.
Cuando Filka tenía 7 años, vio que una amiguita suya con la que siempre jugaba se ausentaba siempre una tarde a la semana: iba a catequesis de niños, en una casa particular, de forma prácticamente clandestina.
Filka quiso ir con su amiga, y la catequista le dijo que necesitaba un permiso expreso de su madre. “Bien, puedes ir, pero no se lo digas a nadie”, dijo la madre. Como tantos cristianos bajo los regímenes ateos de Europa del Este, Filka logró recibir así, en aquellas clases, una formación católica a escondidas.
En esa catequesis aprendió a amar a la Virgen: una Madre en el Cielo, algo muy comprensible para ella como niña. Entender a Dios y la Trinidad le costaba más, era más bien un concepto teórico. De niña visitó una vez Medjugorje y le hablaron de que la Virgen se había aparecido y se seguía apareciendo allí a unos videntes, pero no fue algo que le interesara mucho.
El Muro de Berlín cayó en 1989, cuando ella era una adolescente. Y enseguida llegó la cruel guerra de la ex-Yugoslavia, a tres bandas, a veces más, de serbios, croatas y bosnios. Su madre, enfermera, fue reclutada para atender heridos. Su hermano, reclutado para el frente. Ella acabó enseguida en un campo de refugiados.
En la guerra y postguerra conoció a muchas personas que perdían a su padre o a su madre, y que quedaban muy dañadas y desequilibradas. “Es duro perder a cualquier, crea heridas, pero cuando pierdes a la madre, la herida es más grave”, dice hoy. Por eso anima a todos a tomar a María como Madre, para sanar heridas espirituales y crecer de forma sana.
“En España son muy religiosos”… pero ahí perdió la fe
En cierto momento, se le abrió la posibilidad de ir a estudiar a España. “Con lo religiosa que eres te gustará, allí son todos muy cristianos”, le dijo su madre. Pero en la España de los años 90 encontró lo contrario. Acudió a misa en unas pocas ocasiones y solo veía algunas viejecitas.
No contactó con jóvenes cristianos. Había llegado al país con una beca de una asociación socialista y la gente con la que trataba era de ámbitos no cristianos. “Ya nadie joven es cristiano aquí, la Iglesia es cosa de viejecitas y de países atrasados como el tuyo“, le decían. Y eso parecía cuando iba a misa.
Así que la joven Filka, que estaba lejos de casa y de su familia, que ahora tenía dinero porque trabajaba, que tenía 19 años y libertad, se volcó en hacer amigos mundanos, tratar de conocer mucha gente y llevar una vida superficial. Así dejó por completo los sacramentos la relación con Dios.
Pasados unos años, después de que un novio la dejase, empezó a reflexionar algo sobre el sentido de la vida y como conducirla. Vivía otra vez en Yugoslavia y la contrataron como acompañante de peregrinos españoles que acudían a Medjugorje. Ella explicaba algunas cosas de historia y cultura en el autobús, y enseguida el cura español decía: “Muy bien, y ahora recemos el Rosario”.
“Yo rezaba con ellos el Rosario porque quedaba feo no rezar, te miraban mal, la gente en el autobús lo esperaba de ti”, recuerda ella.
Pero al pasar los días, estando en Medjugorje, leyendo información que encontraba ella decidió retar a la Virgen para reorientar su vida. “Virgen María, veo que hablas mucho del ayuno. Yo ayunaré 40 días a pan y agua esta cuaresma, y quiero que tú me devuelvas la fe de mi infancia“.
Ni siquiera rezó mucho esos días, pero el ayuno a pan y agua durante 40 días fue su oración. Esa experiencia de austeridad la fue cambiando. Al cabo de tres semanas sintió que, después de muchos años, necesitaba confesarse, que era parte de la purificación y renovación que sentía. Acudió a un sacerdote que le confesó y le explicó que el pecado era una separación dañina del amor de Dios, que la reconciliación era un acercarse a Dios. Y María era el camino que la estaba acercando a Jesús y a Dios padre, a un trato personal que de niña no había llegado a tener.
“Cambió todo en mi vida. Perdí miedos, podía pasear sola de noche, antes no me atrevía. Cambió mi forma de vestir y de hablar. La gente me lo notaba, me lo decía, me decían que si me había enamorado…”.
Hoy Filka es una entusiasta de compartir la fe. El ayuno que la Virgen de Medjugorje propone fue su camino de retorno a la fe. La Virgen como Madre está abierta para abrazar a todo el que necesite ser abrazado. “Y siempre, junto a ella, está su Hijo Jesús”. Lo explica con alegría en el programa “Cambio de Agujas” de HM Televisión.