Ayer compartíamos el video de un valiente que, durante el minuto de silencio por las víctimas del atentado, antes de comenzar la corrida de toros en el coso de Sanlúcar, se atrevía a rezar. Impactante como venció sus respetos humanos, pero más aún lo que consiguió: que toda la plaza lo siguiguiera.
Vivimos en una España que intentan pintar de laicista desde las distintas instituciones, organismos y personalidades. Pero la realidad es otra, y es la que el lunes se veía en esa plaza de toros. Los españoles, en su mayoría, somos cristianos. Y, aunque cada uno lo haga a su manera, seguimos rezando y pidiendo a Dios por lo que realmente nos importa. Aunque luego, públicamente, nos ocultemos. Es posible que públicamente se nos esté ganando la batalla, pero en lo más privado y profundo de cada uno… no.
Y es que es así como se debería reaccionar ante cualquier situación contradictoria. No con «minutos de silencio» acompañados de violines y piano sino con minutos de silencio acompañados de oración. Y sin vergüenza alguna… porque la vergüenza sólo es síntoma de que no tenemos las ideas demasiado claras. E, insisto, no creo que sea el caso.
Como hace tiempo proclamaba el Atlético de Madrid en una de sus campañas: «lleva por fuera lo que late por dentro».