Estos días previos a la celebración de la Festividad del Apóstol Santiago, el 25 de julio, Compostela es un hervidero de peregrinos. Llegan cada vez en mayor número y desde más lugares del planeta (el 64% son extranjeros), aunque la mayoría siguen siendo españoles.
En los primeros seis meses de 2017, más de 110.000 peregrinos han sellado su compostela en Santiago, lo que supone un 10% más que con respecto al mismo período del año pasado. El récord de peregrinos, que actualmente está en 278.041, es muy posible que sea bate en el próximo Año Santo Compostelano (el 120 de la historia), que se celebrará en 2021.
En las últimas semanas, la Oficina del Peregrino en Santiago ha sellado al día más de mil de estas credenciales que certifican que has realizado la ruta jacobea, una de las peregrinaciones más importante del mundo. Jesús Fernández, obispo auxiliar de Santiago, guarda también esa credencial, que testifica un peregrinaje que ha hecho en tres fases. De eso, pero también de los retos que a la Iglesia se le presentan con el peligro de masificación del Camino de Santiago y la pérdida de sus esencia religiosa, hemos hablado con este pastor, que apuesta por la acogida cristiana como una forma para evidenciar a los peregrinos la verdadera esencia de esta histórica ruta.
PREGUNTA.- Le hemos visto, montado en su bicicleta, llegando como peregrino a la plaza del Obradoiro…
RESPUESTA.- Efectivamente. He recorrido el Camino Francés desde Saint Jean a pied de Port y lo he hecho en tres fases. La primera fue ya hace veintiún años; en cinco etapas pedaleé hasta León, mi tierra de origen. La segunda fue hace dos años y recorrí el trayecto de León a Astorga, teniendo que interrumpirla de forma inesperada. Finalmente, el año pasado, en cuatro etapas, recorrí la distancia que va desde Astorga hasta aquí. Toda una experiencia a la que invito a todos, aunque intuyo que la mejor forma de peregrinar es a pie. Entiendo que la bicicleta te contagia el vértigo y da menos oportunidades para el encuentro y la meditación.
P.- Cada año se baten los registros de personas que peregrinan a Compostela. Y cada vez son más los que, al parecer, lo hacen sin una motivación religiosa. ¿Se corre el peligro de que la ruta jacobea se vacíe de su sentido religioso?
R.- Las motivaciones son muchas y muy diferentes y responden a la misma diversidad religiosa y cultural de nuestro mundo globalizado. Y todas responden a una búsqueda de sentido. Nadie lo inicia sin estar convencido de que le puede aportar algo. También hay quien se pone a caminar porque percibe una llamada de Dios a encontrarse con Él, con los hermanos, consigo mismo, y con la misma naturaleza. Como hombre de fe, lo que realmente me preocuparía sería que cada vez hubiera más personas que lo inician por razones contrarias a la creencia cristiana.
P.- ¿Se está produciendo eso?
R.- No. Más bien al contrario, el Camino pone en situación de abrirse, de entrar en comunión con la misma trascendencia, de modo que, incluso un buen número de los que lo hacen por otros motivos, terminan por convertirse en peregrinos: se acercan a abrazar al Apóstol Santiago y hasta alguno termina confesándose y participando en la Eucaristía. Por otra parte, el riesgo de que el Camino se vacíe de su sentido religioso no lo veo, a pesar del interés de algunos por velar esta dimensión, la más capaz de asumir, articular y dar un sentido a todas las demás. Afortunadamente, está creciendo en las Iglesias particulares y en las propias congregaciones religiosas la conciencia de que la ruta jacobea ofrece magníficas posibilidades para la evangelización; también el compromiso en la atención religiosa de los peregrinos.
Acompañar las búsquedas
P.- ¿Y qué puede hacer la Iglesia para lograr eso?
R.- Sobre todo, hacerse presente en el camino. Por una parte, se pone en marcha, como hizo Jesús cerca de los discípulos de Emaús, y trata de acompañar en las búsquedas y los discernimientos a aquellos que avanzan con el peso de su vida a cuestas buscando respuestas, buscando reconciliación y comunión. Pero también está plantada y se hace presente en los albergues y centros de acogida cristiana haciendo realidad este valor tan bíblico, antesala de la caridad, que es la hospitalidad. Y, como no, en los templos que deben estar el mayor tiempo posible abiertos para acoger y facilitar la oración y la celebración de la fe de los peregrinos.
P.- De eso habla también la reciente carta pastoral conjunta de los obispos españoles y franceses cuyas diócesis atraviesa el Camino, y que estuvieron reunidos en Compostela a mediados de este mes de julio…
R.- Lleva por título Acogida y hospitalidad en el camino de Santiago y en ella indicamos que “la presencia de cristianos en el camino es primordial para mantener la tradición religiosa de la gran peregrinación a Santiago de Compostela y ser activos testigos de la fe en Cristo”. Y afirmamos que la ruta jacobea es “un terreno privilegiado de evangelización mediante la acogida personal, la oferta cultural y la liturgia sacramental”. Ciertamente es el Señor quien toca los corazones y realiza maravillas en la vida de los que le buscan, pero se sirve de los medios más inesperados para ello. Por ejemplo, una peregrina absolutamente ajena a la fe, oyendo un canto religioso en la catedral de Burgos y preguntándose por Aquél al que se dirigían los rezos, al llegar a Santiago, en contacto con personas creyentes, ha comenzado un proceso de conocimiento de Jesucristo y conversión a la fe cristiana.
P.- ¿Entonces, podría aprovecharse esta corriente humana que hace el Camino para poner en práctica con ellos una especie de pastoral de los alejados?
R.- Ciertamente. Esta experiencia es buscada por personas con distintas motivaciones, como decíamos. Algunas se han alejado de la Iglesia y de la fe. Muchas, sin embargo, conservan un pequeño rescoldo, una cierta añoranza en el fondo de su alma. Otras han caído en la indiferencia y se sienten cómodamente instaladas en ella. En un discurso pronunciado ante los obispos del Brasil, en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, el papa Francisco indicaba que “hoy hace falta una Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar; una Iglesia que acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente; una Iglesia que puede descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas; una Iglesia que se dé cuenta de que las razones por las que hay quien se aleja, contienen ya en sí mismas también los motivos para un posible retorno…”.
Fuente: José Lorenzo | vidanuevadigital.com