Fratelli Tutti

Cambiar el mundo

Sin Autor

Acompañar, promover, proteger e integrar

La mañana azul serena llena de paz, como reza el poeta, que silenciosa se ha quedado la ciudad populosa, un lunes de pascua atisbando el rescoldo que resuena en la mejor de las naciones, donde el reloj marcaba la hora exacta, el Santo Padre Francisco partía a la casa paterna, como decía Santa Catalina de Siena, refiriéndose al Obispo de Roma, como el Dulce Cristo en la Tierra.

Con inmenso dolor y sentimiento profundo trato de escribir estas pobres líneas. No vengo a hacer encuestas de sucesiones ni a trivializar con lógicas basadas en paradigmas mundanos sobre balances, éxitos o fracasos.

En el gran Papa Francisco hay un legado espiritual incuestionable, el pescador de los más vulnerables, de los últimos y los sencillos, de la fraternidad y la amistad social. Como él mismo siempre decía: “El verdadero poder es el servicio”, un servicio abnegado y entregado a la causa de los más pobres, poniendo en el centro el evangelio, haciendo vida en Jesús de Nazaret, el gran desconocido.

Su pontificado fue una entrega sin medida, igualmente que su vida, una vida marcada en San Ignacio de Loyola, a través de la Compañía de Jesús. No hay mejor resumen, no hay mayor balance, los doce años del Papa Francisco, han sido los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, la sencillez y la apertura de San Francisco de Asís. Ésta ha sido la verdadera vanguardia en la Iglesia y con la Iglesia, que es madre y se nutre de auténtica sabiduría.

Sus palabras siempre se llenaron de un acento cargado de poesía social, como aquel discurso del año 2021 ante los movimientos populares: “Hermanas y hermanos, estoy convencido de que el mundo se ve más claro desde las periferias. Hay que escuchar a las periferias, abrirle las puertas y permitirles participar. El sufrimiento del mundo se entiende mejor junto a los que sufren. En mi experiencia, cuando las personas, hombres y mujeres que han sufrido en carne propia la injusticia, la desigualdad, el abuso de poder, las privaciones, la xenofobia, en mi experiencia veo que comprenden mucho mejor lo que viven los demás y son capaces de ayudarlos a abrir, realísticamente, caminos de esperanza.

Qué importante es que vuestra voz sea escuchada, representada en todos los lugares de toma de decisión. Ofrecerla como colaboración, ofrecerla como una certeza moral de lo que hay que hacer. Esfuércense para hacer sentir su voz y también en esos lugares, por favor, no se dejen encorsetar ni se dejen corromper. Dos palabras que tienen un significado muy grande, que yo no voy a hablar ahora… su dedicación es un anuncio de esperanza.

Verlos a ustedes me recuerda que no estamos condenados a repetir ni a construir un futuro basado en la exclusión y la desigualdad, el descarte o la indiferencia; donde la cultura del privilegio sea un poder invisible e insuprimible y la explotación y el abuso sea como un método habitual de sobrevivencia. ¡No! Eso ustedes lo saben anunciar muy bien. Gracias”.

La providencia ha elegido un lunes de Pascua para la ausencia terrena de Francisco, que ya goza de las moradas eternas. Hoy me salen palabras de gratitud por su sencillez y entrega, un pontificado de gestos con aquellos que más sufren en la indiferencia, en la violencia de las palabras, en las colas del hambre, en las esclavitudes de la mentira y de la droga. Gestos con personas sin futuro y sin esperanza. Siempre acabamos llegando donde nos esperan y en este caso el lugar del Papa Francisco era el de enseñarnos el arte profundo de custodiar, como dice el tratado del Talmud de Babilonia: “Hacia el lugar que amo, allí me conducen mis pies”.

Nos enseñaba Francisco en la carta encíclica Fratelli Tutti: “Hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir indiferente ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida” esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Esto es dignidad”.

Ojalá siempre el corazón sea el lugar de la sinceridad, por eso nunca entendí, las críticas vertidas desde ciertas sacristías, los señalamientos y juicios a la persona de Francisco.

El gran Papa Francisco, ya goza de la eternidad del cielo, siguiendo el verdadero rostro y las huellas del resucitado. Dios siempre camina por delante de nosotros y lo hace en medio de este año de gracia de la esperanza.

Gracias Papa Francisco, por la misericordia, la fraternidad, la amistad social y la justicia restaurativa.

Alberto Diago Santos