Carta de un sacerdote al fallecido Papa Francisco

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Santidad Francisco, padre entrañable:

Ahora que ha partido a la casa del Padre, siento la necesidad de escribirle esta carta desde lo más hondo de mi alma sacerdotal. No para informarle de nada —usted ya lo ve todo desde otra luz—, sino para decirle gracias. Gracias eternas.

Gracias por su vida, gastada hasta el último aliento por Cristo y por su Iglesia. Gracias por enseñarnos que el Evangelio se predica con las manos sucias de misericordia, no con los guantes del juicio. Usted fue un pastor con olor a oveja, y más aún, un pastor con el olor de la Cruz.

Gracias por haber sido un puente hacia el corazón de Dios. Por recordarnos que no somos funcionarios del templo, sino servidores del Amor. Gracias por haber llevado a tantos a la confesión, por haber abierto las puertas del perdón como nadie.

Gracias por confiar en los jóvenes, por hablarles como a hijos, por despertar vocaciones dormidas. Gracias por su humildad, por sus lágrimas, por su firmeza, por no ceder a los gritos del mundo, sino seguir el susurro del Espíritu.

En mi corazón de sacerdote, usted vivirá siempre como un faro encendido. Como un modelo de entrega silenciosa, de caridad activa, de oración escondida.

Ruegue por nosotros, Santo Padre. Y desde el cielo, abrácenos con la ternura con que abrazaba en la tierra.

Sacerdote del equipo de JC