Hace unos días, en una conversación con un buen amigo, surgió una pequeña discrepancia: él no entendía por qué alguien querría ver una película más de una vez, si ya conocía la historia y el desenlace. «Hay tantas películas nuevas por descubrir», decía. Yo, en cambio, defendía con entusiasmo el placer de revivir ciertas historias, no por la sorpresa, sino por la emoción de revivir lo que sentí la primera vez. A veces, lo que busco no es algo nuevo, sino regresar —aunque sea por un rato— a un lugar que ya me hizo feliz.
Esa conversación me volvió a la mente al ver Medianoche en París, una película que gira precisamente en torno a esa tendencia humana de mirar hacia atrás con añoranza. Su protagonista, Gil, como muchos de nosotros, siente que no encaja del todo en su tiempo. Fascinado por el París de los años 20, se ve atrapado en una fantasía que le permite volver al pasado que tanto idealiza. Pero lo interesante no es solo su viaje en el tiempo, sino lo que descubre: cada generación arrastra su propia nostalgia, creyendo que todo era mejor antes.
«La nostalgia puede ser muy poderosa en las manos correctas», afirma Neel Mukherjee, y esta mezcla de memoria, deseo y ausencia han sido los ingredientes de obras conmovedoras. En la música, la nostalgia se manifiesta en diversas formas, desde el suave lamento de una guitarra hasta la ironía de una rima cotidiana.
En un registro, cercano y popular, El Kanka recoge esta emoción envolviéndola en ritmos cálidos en temas como Canela en rama, Autorretrato o Querría, su nostalgia no es lamento, sino una celebración suave del pasado, una forma de rendir homenaje a lo que fue sin dejar de abrazar el presente, enseñándonos cómo mirar atrás sin amargura, como quien hojea un álbum de fotos y sonríe al reconocer quién fue.
En el cine, la nostalgia también ha sido una poderosa aliada emocional. Cinema Paradiso, una de mis películas favoritas, transforma el recuerdo de la infancia y del amor por el cine en una carta conmovedora a lo que se pierde con el tiempo. La La Land, por su parte, evoca con belleza el amor que no fue, los sueños que cambian y la vida que toma otros caminos, dejando tras de sí una estela dulce y dolorosa de lo que pudo haber sido. Y en la literatura, la nostalgia nos ha regalado obras como Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, donde el tiempo y el recuerdo se entrelazan en un ciclo de pérdidas y regresos.
Lo que me encanta de Medianoche en París, es que el viaje de Gil no es simplemente una escapatoria al pasado, sino un proceso de autodescubrimiento que pone en evidencia cómo la nostalgia, aunque seductora, puede ser una trampa. Al idealizar el París de los años 20, Gil corre el riesgo de perderse en un tiempo que ya no existe, olvidando lo valioso del presente. La película muestra que, al aferrarnos demasiado al pasado, corremos el peligro de no vivir el ahora.
Sin embargo, Allen no condena la nostalgia, sino que la matiza, utilizándola como punto de partida para una reflexión más profunda sobre la autenticidad y la aceptación de nuestro propio tiempo. Como Gil mismo llega a entender, «cada época tiene su propio París» y ninguna época es perfecta.
En este sentido, la película se convierte en una reflexión sobre el Carpe Diem, invitándonos a aprovechar lo que tenemos en el presente antes de que también se convierta en nostalgia. Al final, la transformación de Gil no solo se debe a la realización de que el pasado es inalcanzable, sino a su decisión de abrazar su propio tiempo y tomar las riendas de su vida.
La ciudad, lejos de ser un simple escenario, se convierte en un personaje más: Allen la retrata como un espacio mítico, casi onírico, que potencia la atmósfera de ensueño y melancolía, mientras invita al espectador a valorar lo que tenemos en el presente. La película no es solo una carta de amor al pasado, sino una invitación a vivir plenamente en el ahora.
José Carcelén Gómez
Ficha técnica:
Título original: Midnight in Paris
Año: 2011
Dirección: Woody Allen
Reparto: Owen Wilson, Rachel McAdams, Kathy Bates, Adrien Brody, Carla Bruni, Marion Cotillard, Michael Sheen
Ganadora del Óscar al mejor guion original en 2011.