«La Esperanza es confiar en que Dios no se ha ido»

Cambiar el mundo, Entrevistas

Sin Autor

Hoy tenemos la suerte en JC de entrevistar a Noemi Saiz que, además de ser directora del Grupo Affinsa, ha escrito el libro titulado A fuego lento.

¿Noemí, cómo nació el proyecto y por qué te ha dado por escribir?

Todo empezó cuando mi hija mayor tenía 13 años. En casa no pueden tener móvil hasta 1º de Bachillerato, pero un día cogió uno viejo sin permiso y empezó a usarlo. Nada grave, pero lo justo para que nos diéramos cuenta de que había entrado en un mundo para el que aún no estaba preparada. La regañamos, la castigamos… pero lo que más me impactó fue ver que nada de eso le calaba. Le hablábamos, sí, pero no llegábamos.

Y entonces entendí que necesitaba otra forma de comunicarle lo que de verdad me importaba: el valor de su cuerpo, el sentido de los límites, la presión silenciosa que muchas veces viene disfrazada de libertad, y sobre todo, el perdón. El perdón como camino, como liberación, como punto de partida cuando uno se equivoca. Así nació A Fuego Lento: desde esa necesidad profunda de explicar, de acompañar, de abrir conversaciones reales sin soltar sermones. Escribí primero para ella, pero también para tantas chicas y chicos que viven lo mismo… y para padres que, como yo, buscan educar con firmeza, pero con amor.

En este año jubilar de la Esperanza, tú propones que hay que trabajar la Esperanza. ¿Por qué? ¿Crees que se ha perdido la Esperanza? ¿Nos han robado la Esperanza?

Sí. Creo que muchas veces nos han robado la esperanza… o la hemos dejado ir sin apenas darnos cuenta. Las malas noticias constantes, las catástrofes, las nuevas ideologías que fragmentan más de lo que unen, la falta de referentes… todo eso va desgastando. Poco a poco. Y llega un día en que no creemos en nuestros hijos, ni en la sociedad, ni en nosotros mismos. Lo damos por perdido y… perdemos la batalla sin lucharla.

Pero no todo está perdido. Y es importante recordar que la esperanza no es solo un sentimiento bonito o una actitud positiva: es ante todo una virtud teologal. Es un regalo, sí —como la fe y la caridad—, pero también se cultiva. Como toda virtud, se fortalece con la práctica, con las decisiones concretas de cada día.

Por eso insisto tanto en que la esperanza se trabaja. Es una decisión diaria. Es seguir sembrando aunque no veas la cosecha. Es mirar a tus hijos con fe, aunque estén en plena tormenta. Es confiar en que Dios no se ha ido, aunque a veces parezca callado.

Mi proyecto, Trabajando Esperanza, nace de esa convicción. A través de mis charlas, mentorías, y de la propia novela, intento encender pequeñas luces donde parece que ya no queda nada. Porque incluso cuando la fe está débil, si hay esperanza… la fe se reactiva.

¿Qué otros proyectos literarios tienes en mente? ¿Y crees que hay buena literatura infantil y juvenil en estos momentos?

Ahora mismo estoy con la reedición de A Fuego Lento, pensando en que lo lean los adolescentes, sí, pero también en que llegue a los padres. Quiero que se convierta en un vehículo para fomentar el diálogo entre ambas partes. Que no se quede solo en una historia que engancha, sino que ayude a hablar de temas que cuesta mucho sacar en casa.

A Fuego Lento 2 va avanzando y poco a poco también voy escribiendo la tercera parte… aunque confieso que más despacio de lo que pensaba, porque la reedición del primero me está llevando más tiempo del que tenía previsto. Pero prefiero ir despacio y bien, que deprisa y vacía.

En cuanto a la literatura juvenil… mucho cuidado. Especialmente con la novela romántica. Está plagada de ideología de género —casi siempre— y con relaciones íntimas que muchas veces son demasiado explícitas, incluso en libros recomendados para niñas de 12 o 13 años. Yo me he encontrado con escenas de sexo completamente naturalizadas entre adolescentes, a veces incluso en la primera cita, y sin ningún tipo de cuestionamiento. Todo disfrazado de “libertad” o de “autenticidad”. Y claro, eso cala. No es exageración, lo he leído con mis propios ojos.

Los libros para chicos suelen ser menos problemáticos, pero las novelas para chicas, especialmente las románticas, requieren mucha atención. Yo siempre recomiendo que los padres las lean antes. Que no demos por bueno lo que aparece en la estantería de “juvenil” solo porque tiene una portada mona o lo recomiendan influencers.
¿Hay cosas buenas? Sí, las hay. Pero hay que ser muy selectivos. Y sobre todo, no perder nunca el papel de filtro como padres. No se trata de eliminar todo (yo a veces he arrancado varias páginas) pero sí de explicar lo que no encaja pero no tienes que arrancar. Porque si no lo hacemos nosotros, lo hará TikTok o el algoritmo del Sr. Amazon.

Hemos visto que tienes un blog con mucho contenido. ¿Crees que hay que estar y evangelizar en el mundo digital?

Sí. Pero no “estar” por estar. El mundo digital no es solo un escaparate, es también un lugar de encuentro, de búsqueda, de dolor y de esperanza. Jesús no se quedó esperando en el templo: salió a los caminos. Hoy esos caminos están en Instagram, en WhatsApp, en Facebook… ahí es donde estamos. Y ahí tenemos que estar también como Iglesia, como padres, como personas con algo que compartir.

Yo intento evangelizar desde lo que soy: mujer, madre, empresaria, creyente con días buenos… y otros bastante reguleros. No tengo todas las respuestas, pero sí un deseo sincero de acompañar. Me gusta compartir lo que de verdad me importa: la fe vivida, no idealizada. Porque no todo es bonito, no todos mis días son preciosos. Hay días nublados… y está bien mostrarlos también. Si no, corremos el riesgo de vender una fe de escaparate. O de crear falsas expectativas para quien lleva una vida tan mediocre como la nuestra.

Porque sí, hay días en que ves a la madre perfecta, con la casa perfecta y el peinado perfecto… y piensas: “¿En serio? ¡Qué mal lo hago yo!” Y eso desanima. Por eso prefiero mostrar lo real. Porque ahí, en medio del caos y lo sencillo, también hay mucha gracia. Y mucha esperanza.

Muchísimas gracias, Noemi, por habernos dedicado tu tiempo y esperamos poder hacer pronto un directo en Instagram contigo.

Gracias a vosotros. ¡Encantada de hacer ese directo cuando queráis! Y oye, no me importa usar filtros bonitos en cámara… de hecho, los agradezco. Que una ya tiene una edad y todo suma, ¿no? 😄

Pero que esos filtros no desvirtúen la realidad… Que no siempre es preciosa o fácil pero que sea transmisora de una verdad: la esperanza se puede vivir, se puede recuperar, se puede contagiar. Aunque cueste. Aunque el día esté gris. Porque la esperanza bien vivida —como el buen amor— no hace ruido, pero lo transforma todo.

Nos vemos pronto. Con o sin filtros… pero con el corazón dispuesto.