Laura siempre quería ser la más guay del grupo. Nadie le había hablado de Dios de verdad. Después de una vida de excesos, en un viaje con sus amigas, estuvo diez minutos muerta. Después, un cáncer repentino le cambió la vida. Descubrió la fe gracias a una amiga que sonreía al hablar de Dios. Hizo un retiro de Effetá y lo bueno estaba por venir…
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