He decidido, por sugerencia de un buen amigo, coger la pluma para dar a conocer a los lectores de jóvenescatólicos.es un libro recién salido del horno de la Editorial San Pablo, titulado “Las tinieblas no le vencieron”. A lo largo de sus páginas veremos un personaje del Antiguo Testamento que preanuncia la victoria definitiva de Jesucristo sobre el mal. Nuestro personaje se llama Job, nombre bíblico que significa “¿Dónde está mi Padre?” Toda una premonición sobre nosotros cuando somos golpeados y zarandeados por el mal en todas y cada una de sus dimensiones. Bien cierto es que cuando el mal y la desolación nos visitan clamamos: ¿Dónde está Dios? ¿Sabe que existo? Y si lo sabe, ¿por qué permite tanto sufrimiento en mi vida?
Este libro podría haberse titulado también “Job y el problema del mal”. El mal es el argumento aparentemente invencible del demonio para disuadirnos de la existencia de Dios, mucho más cuando se nos dice que es nuestro Padre. No, no es posible que exista Dios, bondadoso y compasivo, cuando nos parece ver tantas vidas marcadas por la tragedia, y sobre todo cuando ésta te alcanza a ti.
Este es, como he dicho, el argumento de Satanás para negar a Dios. En realidad este argumento cae por su propio peso, porque si damos la espalda a Dios no por eso el problema del mal se resuelve. Vivimos en un mundo con adelantos técnicos, científicos, médicos, etc., impensables apenas hace una década. No hemos encontrado, sin embargo, gran adelanto en lo que respecta a resolver el problema del mal, de nuestro mal; más aún, podemos decir cómo en el primer mundo crece sin cesar ese mal interior al que la ausencia de Dios ha dejado sin respuesta. Pensemos, por ejemplo, en esa epidemia silenciosa, silenciosa porque da reparo hablar de ello, que es el suicidio. No entro en el campo de las depresiones tan propias también de este primer mundo al que no le falta nada.
Es en Jesús, golpeado por el mal hasta la saciedad, en quien se cumple en toda su dimensión el título de este libro: “Las tinieblas no le vencieron”. Recordamos a este respecto las palabras que el Espíritu Santo inspiró a Juan en el Prólogo de su Evangelio proclamando la victoria del Señor Jesús sobre las tinieblas, el mal y toda muerte: “La Luz –Jesús- brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” (Jn 1,5). Jesús es la respuesta al mal, al nuestro. No dice que no exista o que no haya que darle importancia, menos aún que haya que sobrellevarlo como burros de carga. Lo que Jesús nos dice ante el mal es: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso” (Mt 11,28).