Cicely M. Saunders nació en 1918 en las cercanías de Londres. Su familia era acomodada y nunca le faltó la buena educación y topo tipo de posibilidades. Ella siempre quiso estudiar enfermería, pero sus padres se opusieron y por ese motivo comenzó sus estudios en Oxford, dedicados a la política, economía y filosofía en espera de que pudiese trabajar con algún político.
Dos hechos determinaron un cambio en su vida: la separación de sus padres y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Por esto, dejó Oxford y volvió a formarse como enfermera en Londres. Durante sus estudios realizó un excelente trabajo como enfermera, pero sus problemas de espalda le obligaron a cambiar de nuevo. Ella sólo quería estar con los enfermos, pero acabó en Oxford estudiando teoría política y administración pública y social.
¿Cómo es posible que una mujer con este perfil acabara dedicándose al cuidado de los moribundos? De joven no era creyente, pero en 1945 se convirtió cuando se acercó a los Evangelios. Años más tarde reconoció que trabajar con los enfermos terminales era su forma de agradecer a Dios su fe. Y todo esto sucedió cuando conoció a David Tasma en 1947, que era un judío polaco, camarero de profesión, con un cáncer terminal y sin nadie a su lado. La amistad, se convirtió en amor mutuo. David iba encontrando sentido a su enfermedad a medida que iba hablando con Cicely. Así, comenzaron a pensar que los enfermos como David necesitaban un sitio donde acudir en el que padecer su enfermedad incurable, y que no fuese tan doloroso como lo había sido para David en su desamparo. Cuando David murió, Cicely tuvo clara su labor en la vida.
Comenzó a colaborar con una casa de moribundos llevada por unas religiosas, hasta que un día, el fundador del centro, el doctor Barret le dijo que si lo que quería era ayudar a los enfermos, debía ser médico, porque éstos son los que abandonan a los enfermos terminales. Sin dudarlo ni un segundo, Cicely, con 33 años comienza a estudiar Medicina y se gradúa en 1957 con 40 años.
Entre 1958 y 1965 trabajó cuidando enfermos terminales en el St. Joseph´s Hospice de Londres. Estos siete años determinaron su futuro, allí estudió a los pacientes, los escuchaba, tomaba notas y hacía registros de los resultados del control del dolor. En el año 1961 se creó la Fundación St. Christopher´s Hospice, en cuyos comienzos estuvo Cicely, con el objetivo de: “Expresar el amor de Dios a todo el que llega, enfocado a la destreza de la enfermería y los cuidados médicos, en la simpatía y entendimiento personal, con respeto a la dignidad de cada persona”. Quedaba abierto a todo el que necesitase cuidados, sin discriminación de raza, creencias religiosas o poder adquisitivo.
Cicely siempre tuvo claro que las personas en fase terminal necesitan atención sanitaria específica, pero también, y no menos importante, apoyo y acompañamiento. Insistió en que la base del cuidado debía ser la atención a la persona en su totalidad. Este es un concepto fundamental en su forma de entender al paciente y en la praxis que ella realizaba. Cicely lo denominó “dolor total” y entiende que la experiencia del paciente en su final incluye elementos sociales, emocionales y espirituales; no solo físicos.
Ella le dio una importancia muy significativa a la pena que pasa la familia por tener un enfermo de estas características; y para poder sobrellevar con entereza y dignidad esto, propuso la necesidad de encontrar un sentido a la situación, y una “realidad “ más profunda en la que confiar. De aquí surge la necesidad de cuidar al enfermo en su totalidad y a su familia.
En España existen más de 400 centros de cuidados paliativos, todos deberían compartir el objetivo común, cosa que no pongo en duda, de mejorar la calidad de vida de los pacientes y de sus familiares, afrontando los problemas de la enfermedad, y lo que a mi juicio es muy importante, aliviar el sufrimiento con la identificación temprana.
Los cuidados paliativos no sólo consideran al enfermo, sino que lo hacen también con la salud y el bienestar de la familia y los trabajadores que atienden al paciente. Por este motivo, es importante recordar la máxima que Cicely defendió con ahínco: “Usted importa por lo que usted es. Usted importa hasta el último momento de su vida, y haremos todo lo que esté a nuestro alcance no sólo para ayudarle a morir en paz, sino también para que, mientras viva, lo haga con dignidad”.
José Carlos Sacristán