Cuando a menudo nos sentimos solos pese a estar conectados con las redes sociales… un joven sordo pasó de pensar en su soledad a pensar en la de los demás sordos. Fue entonces cuando les ayudó a crear vínculos. ¡Vamos a conocerle!
Esta carta nace hace una semana, en un rato de descanso durante las IV Jornadas diocesanas de Nueva Evangelización que tuvieron lugar en el Seminario Diocesano el pasado fin de semana. Mucha gente, pasillos repletos, actividades múltiples, idas y venidas… ¿Y cuál fue el tema de la ponencia principal del día? Nada más y nada menos que «La Soledad». Una conferencia magnífica, vivencial y llena de posibilidades. Un salón de actos lleno hasta los topes, más de 500 personas, y el tema «La Soledad». Cuando menos, inicialmente, curioso.
En la era de las comunicaciones sociales, en la época de las redes sociales, la sociedad padece de una patológica soledad. Todos la experimentamos de una o de otra manera. La soledad nos muerde a todos. Pero la soledad también puede ser buena. Una de las virtudes que le pide el Plan de Formación a un seminarista es «(…) capacidad de silencio y soledad». Esa capacidad de sentirse bien con uno mismo, sin huir de los demás, de hacer silencio para alcanzar la reflexión y el encuentro, es una virtud. El aislamiento individualista, marcado por la insolidaridad egocéntrica, es una enfermedad. Creo que todos lo entendemos y la experimentamos.
Pero esta reflexión sería teórica si no ponemos un ejemplo real que, por fuerte y existencial, nos puede servir a todos de referencia. El domingo pasado, en la Parroquia de los Silos, un anciano de ochenta tantos, celebraba las bodas de oro sacerdotales. Cincuenta años de cura. Me refiero a D. Agustín Yanes Valer. El primer sacerdote ordenado en España siendo sordo. No es que oiga poco u oiga mal…, no; es que desde los cuatro años no oye nada. Sordo del todo. Y a pesar de esa discapacidad Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, sacerdote durante 50 años, educador de inmensidad de generaciones de niños y jóvenes sordos, iniciador de la Pastoral con Sordos de la Conferencia Episcopal, autor de numerosas publicaciones, un extraordinario hombre activo, que ha vivido siempre y ha vivido todo bajo la sombra del «Silencio y Soledad».
Quienes podemos distinguir sonidos, escuchar palabras, reconocer voces, etc., nos cuesta hacernos cargo de lo que supone vivir envuelto en el silencio absoluto y en la ausencia total de sonidos. Sería insufrible sin una rica vida interior.
En ambos casos -en la conferencia y en las bodas de oro-, se nos invitaba a reconocer la importancia de tocar la herida abierta de soledad de cuantos la experimentan. Que somos muchos.
Deseo felicitar a D. Agustín Yanes y, también, a los organizadores de las Jornadas de Nueva Evangelización. Y recordarnos a todos que lo contrario del silencio no es el ruido, sino la comunión.