El equilibrio para educar se sitúa entre la resignación ante lo que no funciona y la lucha por mejorar. Intentaré explicarme.
Si uno quiere cambiar alguna cosa que no va, por ejemplo, provocar un nuevo comportamiento o actitud en un hijo, primero tiene que aceptarlo. Querer cambiar algo porque te molesta, o porque te pone nervioso, no es querer cambiar las cosas a mejor. Sé sincero: lo que buscas es evitar sufrir más esa situación. Y esa no es la manera correcta de generar cambios, porque te equivocarás.
Podemos establecer una máxima en educación: siempre que un padre corrija enfadado a su hijo se va a equivocar. Por eso, hay que evitar castigar cuando se está enfadado. Lo contrario impedirá el progreso de un hijo.
Ese padre que llega a casa y se encuentra a su hijito adolescente tumbado en el sofá. El padre piensa: “Yo aquí dejándome la vida y este tío…” (Este padre no se ha dado cuenta que la posición normal del adolescente es estar tumbado: ¡ya se le pasará y se levantará!). Este padre, furioso, nervioso, no puede educar. En ese instante, sería mejor que actuara la madre.
Esa madre que tiene una hija que está desarrollada, que es guapísima, y que en su pensamiento le absorbe la idea nefasta de que le va a pasar algo si sale de casa… y está todo el día controlando a su hija y espiando sus cajones (a ver si guarda no sé qué), y entonces su hija lo descubre y se enfada porque no respeta su privacidad, y todo porque la madre tiene miedo a que le pase algo a su princesa… Entonces esa madre no puede educar a su hija. No puede educar con miedo. Se va a equivocar.
Ni una madre puede educar con el miedo a que le pase algo a su hija, ni un padre puede educar a su hijo porque le saque de quicio, porque no se puede educar con la ira.
Cuando tienes un problema, cuando descubres que algo no funciona en tu vida, o en tu hijo, o en tu esposa, tienes primero que aceptarlo, pero luego, ¡no conformarte!
¿Cuál es la diferencia? Aceptar significa no quejarte, no lamentarte (dártelas de víctima), no enfadarte (rara vez solucionas algo cuando lo haces), no entristecerte (nos lleva a pensamientos inútiles, y como consecuencia, a actos malos); es decir: poner buena cara. Conformarte, en cambio, supone quedarte cruzado de brazos y no hacer nada ante el asunto. Pasividad es cuando tienes un problema y no te enfrentas a él. Según el doctor Sarráis, su causa se debe a que la mayoría de las veces tienes miedo a no conseguirlo y sentirte más frustrado todavía. Y pone un ejemplo con el estudiante que tiene miedo a suspender. ¿Qué es lo que hace? No estudia. Va el examen y suspende. ¿Qué pasa cuando se mata a estudiar y suspende? Que se siente muy frustrado. Entonces le viene a la cabeza la ilusión de no estudiar y aprobar: la repera. Pero claro: Estudiar y matarse, y luego suspender, eso sí que es un fracaso. “Al menos -pensará- si no he estudiado no he fracasado, es que simplemente no he estudiado”.
A veces tienes miedo a empeorar más las cosas, y ese miedo te hace irracional, porque lo lógico, lo racional, es que ante un problema, tú lo quieras resolver.
El miedo paraliza. El problema muchas veces es la afectividad: está mal ordenada. Aún no está madura. Por tanto, hay que aceptar sufrir y no dejar que el problema se mantenga.
¿Qué es lo que pasa con los problemas familiares? Que a veces los estropeas más y los agrandas. ¿Eres un padre que lo que quiere es que los problemas se resuelvan pronto, ya, para no sufrir? Un problema que es difícil no se puede resolver inmediatamente. Hay que poner un ladrillo hoy, inmediatamente, ¡centrarse en el hoy! Sin pretender que se resuelva ya. Lo que sea tardará un año o dos, o cuarenta, en mejorar.
Empieza por tener paciencia. La paciencia es el dominio de la frustración continua. ¿Quieres mejorar el nivel de inglés? Pues antes tienes que querer dejar de ver series o leer en tu idioma nativo… así que olvídate de tener un título de C1 en inglés, porque eso suena a instantáneo. Más bien decide renunciar al disfrute de leer en tu idioma todos los días para leer en inglés. Y como consecuencia de hacerlo varios días, por fin mejorarás tu nivel de inglés.
A veces hay que renunciar a resolver un problema ya. Más bien, hay que buscar querer luchar por resolver un problema: es decir, mejorar la cosa. Luchar por mejorar aunque no se consiga. El que quiere ser santo no es que quiera ser perfecto, sino que quiere luchar por mejorar. El que quiere ser perfecto, como ideal, es un fracasado total.
Disfrutar con la pelea de luchar. No para ser perfecto, sino para ser feliz. Elige si quieres ser perfecto, o ser feliz. Porque lo primero nunca vas a serlo, y dejarás muchos cadáveres al intentarlo… ¡Y ojalá que no sean los de los tuyos, a los que más quieres!