El papa Francisco durante su reciente viaje al sudeste asiático ha abordado el diálogo interreligioso. En Singapur aconsejó a los jóvenes evitar la discusión sobre su religión, ya que todas son un camino para llegar a Dios. Estas consideraciones espontáneas del obispo de Roma, suscitan el interrogante de si todas las religiones son iguales. Parecen una expresión coloquial, pues las diferencias sustanciales entre el cristianismo, el islamismo, el hinduismo, el budismo o el judaísmo resultan evidentes.
Al repasar la Declaración “Nostra aetate” (“En nuestra época”) del Concilio Vaticano II (28 de octubre de 1965), la Iglesia reafirma el espíritu de respeto hacia otras religiones no cristianas. En este documento, se señala que los hombres esperan de las diversas religiones respuestas a interrogantes como qué es el hombre, el sentido y fin de su vida, el bien y el pecado, el origen y el fin del dolor, el camino para conseguir la felicidad, la muerte, el juicio, el misterio de nuestra existencia y hacia donde nos dirigimos.
La postura de la Iglesia católica consiste en que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo, no rechaza nada de lo que haya de verdadero y santo en las demás religiones; por más que discrepen de lo que ella profesa y enseña, porque, a veces, reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres.
El hecho de que la Iglesia mantenga un diálogo con otras religiones, para convencer proponiendo sin imponer su credo, está en sintonía con el mandamiento nuevo de su Fundador. Éste se manifiesta en la misión de anunciar el Evangelio: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Este mandato imperativo resulta coherente porque Cristo es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), en quien los hombres han de encontrar la plenitud de la vida religiosa.
La Iglesia se deja guiar por la fe de que Dios Creador quiere salvar y redimir a todos en Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres. Por eso la Iglesia aprecia todo lo que de verdadero y bueno tiene cada religión (“semina Verbi”, “semillas del Verbo”), como punto de partida y de encuentro para llegar al conocimiento completo de la Verdad en Cristo.
Así lo manifestaba Juan Pablo II cuando respondía de su puño y letra a las preguntas que le formulaba el periodista Vittorio Messori, recogidas en el libro “Cruzando el umbral de la Esperanza” (1994). Al volver a leer algunos capítulos de este libro: ¿Por qué hay tantas religiones?, ¿Buda?, ¿Mahoma? o La sinagoga de Wadowice, se comprueba la continuidad discursiva del papa eslavo, con la declaración conciliar. Al igual que la Declaración “Dominus Iesus” (6.VIII.2000) de Benedicto XVI.
La Iglesia católica continúa colaborando con los seguidores de otras religiones, dando testimonio de fe y de vida cristiana, olvidando, en el caso de los musulmanes, las desavenencias y las guerras que surgieron en el transcurso de los siglos. Por eso, la afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia de que “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, permanece plenamente vigente en la doctrina católica. Su formulación positiva es que toda salvación viene de Cristo a través de su Iglesia, mediante la fe y el bautismo.
No obstante, los que sin culpa no conocen el Evangelio de Cristo y de su Iglesia, pero buscan a Dios con corazón sincero e intentan con la ayuda de la gracia hacer su voluntad, según les dicta su conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna.
Si todas las religiones fueran iguales, no tendría sentido el testimonio de millares de mártires confesores de Jesucristo. Como sucedió, por ejemplo, en Japón el 5 de febrero de 1597, donde crucificaron a los jesuitas Pablo Miki y compañeros, porque las autoridades budistas les obligaban a retractarse del Evangelio.
Las religiones son intentos del hombre de llegar a Dios, y no todas poseen igual Verdad. Sólo el Dios uno y trino ha querido revelarse al hombre en su Hijo, Jesucristo, quien al encarnarse entregó su vida para nuestra salvación, y nos convirtió en hijos adoptivos suyos. Revelación, salvación, hijos de Dios: ¿alguna religión puede dar más? Con la Madre Teresa de Calcuta, que conoció muchas religiones, se puede decir: “Amo a todas las religiones, pero estoy enamorado de la mía”.