Me escribe desde Buenos Aires el filósofo Gabriel Zanotti —a quien quiero como a un hermano— preocupado por la deriva de los llamados «medios de comunicación» que hoy en día parecen más bien meros recursos propagandísticos al servicio de quienes los financian.
Le cuento que estoy leyendo el volumen de la correspondencia que mantuvieron el escritor austríaco Stefan Zweig y el autor francés Romain Rolland. Me llama la atención que en los años que estoy leyendo —que corresponden a la Primera Guerra Mundial (1914-1918)— el correo postal estaba censurado, pero buena parte de las cartas llegaban a su destino aunque fuera entre personas de países contendientes, esto es, en guerra entre sí.
A mi amigo le duele enormemente la indiferencia de tantas instituciones académicas de comunicación ante la cuestión de la banalización actual de la verdad. Nos parece a los dos lamentable que los profesionales de la comunicación —incluso algunos responsables de la formación de los futuros comunicadores— no crean realmente en la verdad, ni crean que la comunicación es beneficiosa y enriquecedora para las personas singulares y para la sociedad. “Fundamentalmente —me escribe Zanotti— la entienden como «estrategias» para que un político o empresario «convenza», «quede bien» ante sus clientes o votantes”.
Pienso que es importantísimo que quienes escribimos, somos profesores o tenemos cierta visibilidad, no nos callemos ante esta situación, pues eso sería ser cómplices del mal. No somos los dueños de la verdad, pero estamos convencidos de que escuchándonos unos a otros, aprendiendo unos de otros es como se construye una verdadera sociedad democrática. La razón humana que con tanto éxito se ha aplicado a las más diversas ramas científicas se ha de aplicar también a arrojar luz sobre la mejor manera de organizar la convivencia social y política.
La democracia —escribe John Dewey— “es una concepción social, lo que equivale a decir, una concepción ética, y en base a este significado ético está conformado su significado como forma de gobierno. La democracia es una forma de gobierno solo porque es una forma de asociación moral y espiritual”. Una de las claves de la democracia está en la libre comunicación de las ideas, pues eso hace posible el aprender unos de otros y el comprenderse unos a otros. Si la comunicación se convierte en simple propaganda del poder la democracia está seriamente amenazada.
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* Jaime Nubiola es profesor emérito de Filosofía en la Universidad de Navarra, España (jnubiola@unav.es).