Como un niño

Testimonios

Águeda Rey

Es impresionante cómo un enfermo de ELA, en un estado avanzado de la enfermedad, se vuelve igual que un bebé. En cada aspecto de la vida se comporta como un niño, para moverse necesita que otro le mueva, para hacerse entender tiene que utilizar métodos alternativos al habla, muchas veces el llanto. Para alimentarse alguien debe darle la comida a la boca; comida que no puede preparar por sí mismo.

Más tarde tampoco podrá recibir la comida a la boca, sino que alguien deberá enchufársela directamente al estómago, casi casi como quien enchufa un biberón a su bebé. Todo lo que tiene que ver con el aseo debe hacerlo otro por él. Por supuesto en el vestir también está sujeto a otros. En todo se comporta como un bebé. Bueno, en todo no: su cabeza rige como el adulto que es, con plenas facultades mentales.

Estos pensamientos me asaltan con frecuencia y se quedan ahí. Pero últimamente me han hecho sentirme afortunada de ser como un bebé, al haberse leído en Misa dos veces casi seguidas los Evangelios de los niños.

«Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos». (Mt 18, 3) el 13 de agosto.

«Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos». (Mt 19, 14) el 17 de agosto.

Esto sólo puede llenarme de alegría. Es como un salvoconducto infalible para llegar al cielo. Desde luego los enfermos de ELA lo tenemos más fácil que cualquier otro plenamente capaz, que casi inevitablemente tenderá a poner su confianza en sí mismo.

Nosotros ponemos toda la confianza en nuestro cuidador como un niño en sus padres y los que amamos a Dios además confiamos en que el Señor no aparta su mirada de nosotros y nos sostiene.

Doy gracias a Dios por vivir de esta manera. Pero hoy no me quiero olvidar de los muchos enfermos que no tienen a su lado un Alejandro. Y que sus vidas de niño no son confiadas sino atemorizadas, porque sus cuidadores no les tratan como una madre, tierna y cariñosa, devota de su criatura.

Son más bien como niños maltratados, pero sin el amparo de un organismo que vele por su integridad y bienestar. Es tan injusto y doloroso. A ellos el Señor estoy segura les acogerá con mayor ternura para compensar toda la que les faltó en vida.

A los cuidadores me gustaría decirles que su recompensa será grande en el cielo si cuidan con devoción a sus enfermos, porque el que cuida así a un enfermo, cuida al mismo Cristo.

Estoy segura de que Jesús pensaba en ellos cuando dijo estas palabras:

“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis». Mt 25, 34-40

#LeyELAya.