En los últimos días seguramente hayas escuchado hablar de la famosa serie de Netflix ’13 reasons why’, que ha llegado a nosotros traducida como ‘Por 13 razones’. (A partir de aquí no encontrarás ningún spoiler, puedes estar tranquilo, ¡todos los odiamos!)
El argumento principal de la serie (¡recuerda: sin spoilers!) gira en torno a una adolescente que se ha suicidado y ha dejado grabadas 7 cintas de casette dando 13 de las razones (una en cada cara de las 7 cintas) que la han llevado a hacerlo. En ellas responsabiliza a algunos de sus compañeros de instituto por haberla acosado y tratado mal de diversas formas.
Hasta aquí todo bajo control. ¿Balance de daños? Una adolescente muerta y unos cuantos involucrados indirectamente -o muy directamente- con los hechos. Desde que empecé a verla no he podido dejar de pensar en la serie, no he podido dejar de rezar todo lo que veía, me parecía tan horrible pensar que hay gente muy cerca de ti y de mí que tiene razones para suicidarse ¡y se deja llevar por ellas! En una sociedad de medidas perfectas, complejos por todas partes, relaciones volátiles, miedo al compromiso, vidas sin horizonte… las personas se sumen en depresiones que les llevan a vivir envueltos en una vida sin sentido, no tiene referentes sanos y firmes a los que anclar su vida.
Es evidente que siempre ha habido suicidios y enfermedades mentales, pero creo que el tema aquí va más allá de eso: va de una vida sin sentido que lleva a unos a humillar al otro, y a otros a darle más importancia a los actos del otro, a la talla de pantalón de la otra, a los pensamientos que aquel tiene por mí, etc., que al propio amor por vivir.
¿Y yo, como cristiano, qué puedo hacer por todas esas personas?
- La solución que puede parecer la más simplista e infantil, pero que termina siendo la más útil ante cualquier problema de la vida: ¡rezar! (Ojalá algún día caigamos en la cuenta real del poder de la oración…).
- Cuidar nuestras relaciones con los demás, cuidar nuestras actitudes, cuidar nuestra manera de acercarnos al prójimo… ¡Y cuidarlo siempre, nunca sabemos qué está pasando en la vida del que tenemos enfrente (como les pasó a los compañeros de Hanna Baker en la serie).
- Cuidar especialmente a nuestros adolescentes (primos, sobrinos, hijos, alumnos…), a veces nos confiamos tanto en el «la adolescencia pasa» y no nos damos cuenta de que realmente en muchos jóvenes tiene una trascendencia psicológica terrible.
- No intentar ser graciosos a costa de humillar a los demás, una actitud muy adolescente pero que muchos terminamos arrastrando cuando esta etapa termina.
- Transparentar a Cristo dando ejemplo y hacer apostolado con la propia vida porque encontrar el sentido de la vida no es lo último, es el primer paso para demostrarles a los demás que la felicidad existe y se llama Jesucristo.
- Pararnos a escuchar a ese «raro» de clase, del trabajo, de la parroquia… ¡Esos «raros» probablemente estén sufriendo por serlo! ¡Ahí te espera el mismo Cristo!