Lo hemos visto con Carolina: acariciando el oro, se lesiona. También con Carlos Alcaraz, de veinticuatro juegos, gana doce, no pierde ni un servicio y se queda sin el oro. A veces la vida es dura, se pierde. Nos puede pasar como en la canción “La senda del tiempo” de Celtas Cortos: “A veces llega un momento en que te haces viejo de repente. Sin arrugas en la frente, pero con ganas de morir. Paseando por las calles todo tiene igual color”.
Es normal que lo pasemos mal ante las dificultades, que cuando todo se desmorona en nuestra vida o en nuestro entorno, también nos desmoronemos nosotros. El Libro de los Reyes nos narra el cansancio ante la vida del profeta Elías, este huye de Jezabel, que le quiere matar: “y anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo: «¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!»”.
Sigue la letra de la canción: “siento que algo echo en falta, no sé si será el amor. Me despierto por las noches entre una gran confusión. Esta gran melancolía está acabando conmigo. Siento que me vuelvo loco y me sumerjo en el alcohol. Las estrellas por la noche han perdido su esplendor”.
El problema de la vida es el amor. El elixir de la vida es el amor. Lo que nos mantiene en vida es el amor. Cuando echamos en falta el amor notamos que algo falla, perdemos las fuerzas de vivir. Lo que hay que hacer es recuperarlas. Ir a las fuentes del amor. Dar amor.
“Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta”, nos dice la santa de Ávila. Cuando parece que lo hemos perdido todo, cuando faltan las ganas de vivir, sabemos que tenemos a Dios, incluso cuando pasamos de Él o le renegamos. Él siempre está ahí, a nuestro lado.
Los Juegos Olímpicos nos enseñan a ganar y a saber perder. A luchar y a esforzarse. Nos hablan de resiliencia, como ahora llaman a la fortaleza. Novak Djokovic, a través de las redes sociales, ha compartido un bonito mensaje dirigido a Carlos Alcaraz tras la final que jugaron en París. «Tu oro llegará, amigo», dijo el serbio. También el tuyo y el mío.
Juan Luis Selma