Quasimodo

Cambiar el mundo

Javier Pereda Pereda

Las Olimpiadas de París 2024 serán recordadas por las críticas generalizadas ante las proclamas ideológicas de sus organizadores.

Con motivo de la apertura de los JJ.OO., el semanario francés de izquierdas, “Charlie Hebdo”, publicaba en su portada una viñeta satírica. Una barca en el Sena transportaba a un adefesio personaje, de cuyas voluminosas asentaderas expulsaba una cantante; debajo una leyenda en francés: “La ceremonia de clausura será todavía más bella”.

Después del revuelo mundial generado, a dos días de la clausura, los organizadores tienen la oportunidad de enmendar semejante esperpento feísta. El Quasimodo de la catedral de París, personaje ideado por el escritor Víctor Hugo en la novela “Nuestra Señora de París” (1831) y popularizado por Disney en “El jorobado de Notre Dame”, habría actuado en justicia ante tamaño despropósito, como lo hizo contra su adoptante, el archidiácono Claude Frollo.

Fiel guardián de la catedral y de lo que ella representa, se entristecería desde el campanario al ver la pasarela por el río parisino. Él, que entendía del verdadero amor con Esmeralda, reprobaría lo que divisara con su único ojo. Este joven noble y valiente, de gran hechura, fuerza y agilidad, podría haber sido un atleta olímpico. El autor de “Los Miserables”, uno de los mejores literatos de Francia, pretendía destacar la importancia cultural y artística de la catedral de París.

Sugiero a los organizadores —no sé si llego a tiempo— que, en vez de centrarse en invectivas laicistas y bacanales sexuales, admitan las raíces cristianas de Francia, reflejadas en esta monumental obra románica y gótica. Aquí está recogida parte de la historia de Francia como la coronación del emperador Napoleón o la canonización de santa Juana de Arco.

También se celebró el 10 de noviembre de 1793 la fiesta de la diosa razón, como señala el catedrático de Historia Contemporánea, Javier Paredes; fue el precedente de la ceremonia blasfema de estos Juegos Olímpicos. Entonces, la señorita Maillard encarnaba a diosa razón que, además de actuar en ópera de París, prestaba sus servicios en unas dependencias del palacio del príncipe Soubisse, conocido como “el templo del amor”. La “diosa” aparece representada en un cuadro pisando un crucifijo.

El periódico “Le Père Duchesne” relata en su primer párrafo: “¡Qué espectáculo tan grandioso era ver a todos esos hijos de la libertad precipitarse en la ex catedral, para purificar el templo de la bobería, y para consagrarlo a la verdad, a la razón!”.

La catedral de Notre Dame, figura emblemática del catolicismo, sorteó los avatares de la Reforma Protestante, la Revolución Francesa, la ideología liberal, el comunismo, el nazismo (Hitler ordenó destruirla al abandonar París) e incluso el modernismo teológico. Ahora, pasados ocho siglos, vuelve a ser testigo de la imposición de la deconstructiva cultura “woke”. Jean de Viguerie ha expuesto de manera brillante en su libro “Cristianismo y Revolución” este momento histórico, cuya lectura ayuda a entender la situación crítica de la civilización actual.

El incendio que destruyó en 2019 la techumbre y la aguja de la catedral de 93 metros, representa un símbolo de la urgente necesidad de una reconstrucción moral en el corazón de Europa. La burda apología anticristiana que han exhibido los organizadores de las Olimpiadas ha desprestigiado su credibilidad. El COI tiene que actuar con rigor, porque la boxeadora argelina Imane Khelif y la taiwanesa Lin Yu-ting, no pueden competir con otras mujeres en igualdad de condiciones, por la diferencia cromosómica y de testosterona.

La onubense Carolina Marín ha enseñado que la lesión, que le ha impedido conseguir el máximo galardón, constituye un paradigma de la lucha en la vida. Hemos disfrutado con la ejecución perfecta de la gimnasta americana, Simone Biles, que recuerda la importancia de la preparación psicológica. El serbio Djokovic, cristiano ortodoxo, no tiene reparos en santiguarse en varias ocasiones para agradecer a Dios la medalla de oro que le faltaba frente a Alcaraz.

Ha sorprendido la nueva modalidad olímpica de 3 x 3 en baloncesto. El sueco Duplantis establece nuevo “record” de altura con pértiga. El estadounidense Hocker sorprende al ganar “in extremis” en 1.500 metros. Estamos atentos al keniata Kipchoge en maratón. El primero en el medallero EE.UU., después China, Australia y Francia; España está luchando por superar las 22 medallas alcanzadas en 1992. Los organizadores de los JJ.OO. de Los Ángeles 2028 ya saben lo que no deben hacer.