Hola jóvenes católicos, soy Alberto. Realmente no importa quién sea yo, sino que yo también soy un joven de la juventud del Papa. Juventud que damos fuerza al Papa y a toda la Iglesia. Cristo nos ha escogido para que le sigamos camino al Padre junto a Él y a la Iglesia, su Cuerpo Místico. Dios en su inmenso amor quiere que estemos con Él. No solo por su amor, sino también porque quiere que seamos felices. Con Él podemos todo y a pesar de los diferentes problemas que nos podemos encontrar. En esas situaciones difíciles que nos sentimos a veces solos sin fuerzas Él está a nuestro lado.
Los jóvenes de Dios queremos seguirle y amarle con todo. Esa fuerza en querer amarle y seguirle con todo, la tenemos en parte porque hemos tenido una reconversión o porque se ha tenido el maravilloso don de que Dios te llame sin estar bautizado antes. Nosotros tenemos la suerte de poder tener fresco ese primer encuentro con Dios en nuestra vida. Esa frescura de encuentro con Dios nos lleva a hacer locuras por Él.
Yo me acuerdo de la primera vez que me encontré con Dios y eso que yo soy católico desde que era niño. La mayoría de nosotros, la juventud de Dios, no hemos recibido el don de ser fieles a Dios desde pequeños hasta ahora, que estás leyendo estas palabras. Mi primer encuentro con Dios me llenó de una paz y me acuerdo perfectamente de ese momento. Salí de la oscuridad, del cumplir por cumplir, a una luz de querer hacer las cosas por Él.
Pero es fácil olvidar ese momento por un breve tiempo, ante ciertos amigos o ante cierta situación y nos olvidamos de ver a Dios. Esa ceguera temporal nos lleva a hacer cosas o decir cosas que ante Dios no haríamos o no diríamos porque veríamos en su rostro tristeza porque hemos elegido, a pesar del encuentro cercano que hemos tenido con Él, alejarnos de Él y de su amor.
Pero Dios nos acoge con los brazos abiertos cuando volvemos a Él como ovejas perdidas. Porque nosotros nos damos cuenta de que lo que hemos hecho no nos hace ser auténticamente felices. Y que lo que hemos dicho realmente no lo pensamos. Cuando volvemos, al menos yo, encuentro una paz y una felicidad que me preguntó porqué me había alejado de Él.
Es fácil no distinguir entre lo que realmente nos hace felices y nos lo pasamos bien. Con pasar el rato aparentemente felices, pero que realmente no nos hace serlo. Porque normalmente los jóvenes solemos dejarnos influir por el ambiente y nos cuesta decir no algo que muchos hacen y que parecen felices en el momento.
Lo mismo nos pasa con decir que somos cristianos de forma natural o de defender a Cristo o a la Iglesia. Nos sentimos a veces tímidos y pequeños para contradecir o hablar de Dios de forma natural a nuestros amigos que aún no han encontrado a Dios y lo han dejado entrar a su vida.
Por ello quería animaros a vosotros jóvenes católicos a que no olvidéis ese momento en que os encontrasteis con Dios o lo reencontrasteis. No tengamos miedo a decir no a pequeñas cosas a cambio de algo que nos haga felices, como tomar una birra con algún amigo.
Alberto Miranda