Xiaolong Wang, conocido como Felipe, es un seminarista de la archidiócesis de Pekín (China) y lleva dos años estudiando en el seminario Bidasoa de Pamplona. Ya tiene 24 años y, desde niño, Dios le hizo ver su vocación al sacerdocio.
Procede de un pueblo situado al norte de China (Liuhe) con un porcentaje muy alto de cristianos. «En China los católicos hemos sufrido mucho. En estos últimos años la relación va mejorando, pero queda mucho por hacer. El papa Francisco está propiciando un mayor acercamiento, pero el Gobierno chino pone sus pegas. Algunas diócesis del sur de China no tienen obispo y hay muy pocos sacerdotes. Y todavía existen prohibiciones», comenta Felipe. Los católicos en China constituyen el 0,46 % de la población.
Xialong Felipe ha tenido la gran suerte de pertenecer a una archidiócesis con un gran número de católicos: más de 50.000. No obstante, es consciente de que, para evangelizar a Dios, antes hay que interiorizar las costumbres de la cultura de China, de las tradiciones particulares de cada provincia y sortear las peculiaridades de la actual China comunista.
Tanto él como sus dos hermanos fueron educados en la fe católica. A los seis años, ya percibió en su interior su vocación: «Recuerdo un día que asistí a Misa con mi mamá. Tenía seis años. Me sentí con mucha paz interior, y desde aquel día quise ser sacerdote. ¡Siempre ha sido el sueño de Dios y el mío!».
Un año más tarde, antes de cumplir los ocho años, comenzó a servir en el altar ayudando al cura de su parroquia.
Sin embargo, en la adolescencia empezó a plantearse otra forma de vida como el ser profesor de música, una pasión que le encanta. Pero esta incertidumbre le duró poco tiempo. Otro hecho le marcó para siempre en su vocación: «Asistí y ayudé como acólito en la primera Misa de un sacerdote joven en la parroquia de mi pueblo. Aquello me impactó. Entonces me di cuenta de que tenía que continuar con mi sueño, y entré en el seminario menor a los 16 años»
En su opinión, la llave de la evangelización en China es el buen ejemplo de los sacerdotes. «Lo primero la oración a Dios. Después, el ejemplo de los presbíteros, acompañar a los fieles y apoyarles. También la adoración ante el Santísimo y el santo Rosario son dos prácticas imprescindibles para conseguir la conversión de mi país».
«Sé que ser sacerdote en China es muy difícil, pero no tengo miedo. Dios me dará la Gracia y el Espíritu Santo guiará a los fieles de mi país»
Fuente: Fundación Carf