Continuamos con la reflexión Teológica elaborada por D. Manuel Palma Ramírez para la Conferencia Episcopal Española:
Después de estudiar que es el pecado pasamos ya a ver qué es la misericordia. Dijimos que la misericordia es la reacción de Dios ante nuestro pecado. Nos preguntamos pues : ¿Qué hace Dios, Qué es lo primero que hace Dios cuando nosotros rechazamos su amor, cuando rompemos la comunión de amor con Él?
El Apóstol San Pablo nos lo dice claramente “Si somos infieles Él permanece fiel porque no puede negarse a si mismo” ( 2 Timoteo 2,13 ). Lo primero que Dios hace cuando pecamos es continuar amando, permanecer fiel en el amor.
Y San Pablo nos da la razón : “Porque no puede negarse a sí mismo” es decir Dios nos ama, aunque hayamos pecado, porque es nuestro Padre, porque somos sus hijos. Dios no nos ama por nuestra cualidades, ni por nuestros méritos, ni por nuestras buenas obras… nos ama porque no puede dejar de ser Padre. El amor de Dios es gratuito, incondicional, auténtico, fiel…
Por supuesto que Dios quiere que correspondamos a su amor, que llenemos nuestras vidas de obras de caridad, pero Él no va a dejar de amarnos porque nosotros dejemos de amarle a Él. La misericordia es radicalmente, en su raíz, un amor de fidelidad.
Pero la cita de San Pablo no sólo dice que es la misericordia sino que también nos indica lo que NO es la misericordia. En el versículo anterior podemos leer “Si lo negamos también Él nos negará”. La misericordia no es una excusa para seguir pecado. No podemos decir : aunque no me convierta Dios me perdonará porque es misericordioso.
Dios nos ha creado libres, y respeta nuestra libertad; por lo tanto si nos aferramos al pecado y nos autoexcluimos de la amistad con Dios, Él respetará nuestra libertad. Y con gran dolor ve cómo nuestra decisión nos puede autoexcluir del cielo para siempre. En definitiva la infinita misericordia de Dios no puede ser un pretexto para seguir pecando.
Por otro lado vimos como el pecado supone un daño para quien comete el pecado, con el pecado nos dañamos a nosotros mismos. Y precisamente por esa razón el pecado afecta a Dios. Como dice Santo Tomás : “El pecado afecta a Dios porque daña al hombre a quien Dios ama”. Dios no es indiferente ante el pecado sino que el amor le lleva a compadecerse…
Es decir: Si el pecado nos daña, y Dios nos sigue amando tras el pecado, entonces Dios sufre al ver al hombre dañado (muerto) por el pecado. Dios se compadece del pecador. Compadecerse no es sólo estar al lado del que sufre, sino sufrir con el que sufre, hacer mío su dolor. La misericordia es por tanto, en su raíz, un amor de compasión. Amor de fidelidad y por la maldad del pecado también un amor de compasión…
Pero no podemos entender el amor de Dios como un amor puramente sentimental, sino que el amor de Dios es un amor activo, operativo, un amor que va a llevar a Cristo a entregar su vida para salvarnos. Un amor redentor por el cual Cristo muere por nuestros pecados, para librarnos de nuestros pecados.
Descubrimos así el primer fruto de la misericordia que no es otro que la redención. Y como vimos que el pecador, esclavo del pecado, no puede por si sólo salir del pecado… además de redimirnos Dios, la misericordia de Dios, nos capacita para la conversión, segundo fruto de la misericordia. Eso lo veremos en la próxima sesión