El fin de semana pasado se celebró en Los Ángeles la ceremonia de entrega de los premios Oscar 2024. Sin opinar sobre el carácter del presentador, las actuaciones y los premios otorgados, vamos a aprovechar para contar cuales son las pretensiones actuales de la industria del cine americano, en concreto de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Esta entidad anunció en 2020 las “nuevas normas de representación e inclusión para la elegibilidad de los Oscar en la categoría de Mejor Película”.
La intención fue “primar la diversidad y la inclusión”, con independencia de la calidad en los proyectos. Es decir, ajustarse a lo políticamente correcto en donde las consideraciones artísticas brillen por su ausencia.
A partir de la edición recién celebrada las películas que quieran conseguir el Oscar deberán incluir a “grupos étnicos y minorías con baja representación, ya en la parte técnica o en la artística”. Los criterios que deberán cumplir las películas que opten al galardón a la Mejor Película son:
1.- Que uno de sus protagonistas o secundarios sea de una minoría racial (asiático, hispano, negro, indígena/nativo americano, nativo de Alaska, Oriente Medio/norte de África, nativo de Hawai u otras islas del Pacífico, otra raza o etnia subrepresentada)
2.- Al menos el 30% de todos los actores secundarios pertenecerán a uno de estos grupos subrepresentados: mujeres, grupo racial o étnico, LGTBQ+, personas con discapacidades cognitivas o físicas, sordas o con problemas de audición.
3.- El argumento principal se centrará en un grupo subrepresentado.
4.- Al menos dos de los siguientes puestos (director de casting, director de fotografía, compositor, diseñador de vestuario, director, montador, peluquero, maquillador, productor, diseñador de producción, decorador, sonido, supervisor de efectos visuales, guionista) deberán pertenecer a un grupo subrepresentado.
5.- Al menos el 30% del equipo de la película pertenecerá a un grupo subrepresentado.
Hollywood atraviesa una crisis económica, sus películas cada vez recaudan menos y sus series y producciones para las plataformas de streaming no consiguen atraer a un público que ha perdido su confianza. La industria norteamericana pretende subsanar sus deficiencias añadiendo más ideología y corrección política en sus películas.
Las películas son cada vez más previsibles y durante los primeros minutos de la emisión ya intuyes lo que va a pasar. Las mujeres son perfectas de fábrica y por tanto no tienen tiempo para madurar y evolucionar. Como mucho, la heroína reconocerá lo fuerte y brillante que ha sido siempre, y que su potencial no se había desplegado por haber sido impedido por el patriarcado, el capitalismo o la misoginia.
Los personajes que representen a villanos femeninos, pertenecientes a grupos LGTBs o a una minoría étnica, nunca serán malvados por propia elección, sino que se habrán visto arrastrados a la maldad por culpa de las injusticias sufridas a lo largo de sus vidas. Por lo tanto, no son villanos sino víctimas del sistema.
De esta manera, películas como “El discurso del Rey”, “Gladiator” o “Braveheart” no podrían ganar el premio hoy en día. Steven Spielberg no podría haber dirigido “El Color Púrpura”, o le habrían puesto infinitas trabas, por no ser negro. “Lo que el viento se llevó” ya ha sido tachada de racista, los censores del “woke” americano todavía no se han enterado de que en el siglo XIX en Estados Unidos había esclavos en las plantaciones de algodón. “Poli de guardería”, protagonizada por Arnold Schwarzeneger ha sido censurada porque un policía en una escuela “traumatiza” a los niños – solo hay que ver la película para confirmarlo-; “Forrest Gump” ha sido tachada de ser insensible con los discapacitados; “El silencio de los corderos” no se podría rodar por “transfóbica”; y “Pulp Fiction” tampoco porque no hay casi mujeres y utiliza en exceso la palabra negrata – no vale que los negros marginales se llamen así entre ellos- “Centauros del desierto”, sería imposible por ser racista contra los indios nativos. Y así podríamos seguir con cientos de ellas más con excusas absurdas e irrelevantes, pero que se han impuesto y normalizado.
El problema es que todos estos actos sin sentido ni razón se han extendido al resto del planeta, la cultura “woke” no para. Las imposiciones ideológicas están degradando la producción artística y apartando al talento. En conclusión, nos tendremos que conformar con películas tediosas filmadas y protagonizadas por miembros de grupos subdesarrollados. El aburrimiento está asegurado, pero nuestras conciencias creerán estar en la superioridad moral que siempre debieron estar. ¡Eso sí que es avance y progresismo!
Hay un proverbio chino que dice: “cuando el sabio apunta a la luna, el necio mira al dedo”. Pues eso.
José Carlos Sacristán