En la mente de muchos está todavía el terrible incendio que ha tenido lugar en Valencia y que ha acabado con la vida de 10 personas. Decenas de vecinos sólo conservan cenizas de lo que, hace unas horas, eran su hogar y sus recuerdos. Y después de todo esto, viene la gran pregunta: ¿por qué Dios permite esto? La verdad es que no lo sé…
Una vez me dijeron que la Fe es «creer sin ver» y, muchas veces (como ahora) sin entender. Por eso, no pretendo dar respuesta a qué sentido puede tener una desgracia como esta. Lo que sí sé es que, en momentos como este, veo a Dios más que nunca y en todo el mundo. En quienes lo han perdido todo y en la solidaridad y generosidad de toda una sociedad que ha
hecho suya esta tragedia.
Veo a Dios en Julián, el portero que se ha convertido en un ángel de la guarda de tantos vecinos a los que salvó alertándoles del fuego. Veo a Dios en todos y cada uno de los bomberos que se han jugado la vida por salvar tantas otras: en el que se quitó el casco para dárselo a otro, en los que pelearon contra el fuego durante casi dos horas por sacar de su balcón a dos personas, en el que volvió a por una familia entera y, por mucho que lo intentó, no consiguió salvarla. Veo a Dios en una ciudad y en un país que no han dejado de dar cariño, consuelo y todo lo que han podido para ayudar a los que se han quedado sin nada. Veo a Dios en los taxistas que se organizaron para transportar a quien hiciera falta y en los empresarios
que han puesto a disposición sus hoteles, supermercados y negocios para amueblar las viviendas que el Ayuntamiento ha puesto a disposición de los afectados. Veo a Dios en un largo etcétera que no puedo escribir sin dejarme a tantas personas que están dando lo mejor de sí mismas para salir adelante en un momento tan difícil. Me viene a la cabeza aquello que
dice Jesús en el Evangelio: «Cada vez que hicisteis eso con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).
Y por eso, cómo no, veo a Dios en las personas que lo han perdido todo. Porque antes de recibir esta cruz, Él la llevó primero. No sé por qué les ha tocado a ellos, ni tampoco entiendo por qué han muerto 10 personas de una manera tan horrible.
Pero si hay algo de lo que no me cabe duda, es que en un mundo tan individualizado como el nuestro, en los momentos más difíciles, el ser humano sale de sí mismo y saca su mejor versión. Dios reluce en cada una de estas situaciones, cuando caemos en la cuenta de que valoramos las cosas cuando las perdemos, cuando ya es demasiado tarde. Quizá es esto lo
que deberíamos reflexionar. Él no abandona a nadie, mucho menos en las dificultades. De hecho, está más presente que nunca. Y con ellas, nos hace a todos un poco mejores
Inés García