Esta es la primera de las siete últimas palabras que Jesús dijo en la Cruz antes de su muerte, y que vamos a desarrollar durante cada día de esta Semana Santa para que intentemos vivirla de una manera especial. Damos comienzo así a una nueva catequesis en la que trataremos:
- Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen
- Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso
- Mujer, ahí tienes a tu hijo. […]
- ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?
- Tengo sed
- Todo está cumplido
- Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen
Jesús acababa de ser crucificado cuando, entre inmensos dolores, levantó una súplica de perdón a favor de sus enemigos, de los que lo estaban crucificando. No se paró a pensar en Él, su preocupación en ese momento era el pecado y la ignorancia de aquellos que lo repudiaban.
El hombre, en muchas ocasiones, se ciega por el pecado y no se da cuenta de que es inmensamente amado. Nos podemos creer autosuficientes sin ser capaces de percibir el dolor ajeno. La ceguera es la más alta de las tragedias humanas, pero Dios es infinitamente misericordioso y siempre está dispuesto a perdonarnos.
La ignorancia es una «excusa» a la que Jesús apela para pedir misericordia y amor para los que van en contra suya. Ese argumento casi ingenuo que describe su corazón -…no saben lo que hacen- no solo iba dirigido a los que lo habían condenado a muerte o a los que llevaban esa misión a término, sino que iba dirigido a toda la humanidad de todos los tiempos, que lo crucifica cuando apuesta por el mal y la indiferencia.
Pero no olvidemos que Jesús nos acoge ya resucitado con los brazos abiertos en esa Cruz, y nos susurra al oído mientras nos abraza desde el madero que la ignorancia es una grieta en el corazón por la que llega el perdón y, por consiguiente, la conversión.
Antonio Guerrero