Llevaban varios días de llegar gente de todas partes del mundo para acompañarle a él, gente de todas las edades, pero sobre todo jóvenes se agrupaban tocando sus guitarras y cantando animadamente como le gustaba tanto a Karol. Él, estaba agonizando y todos los que llegaban para unirse a sus sufrimientos, estaban rezando y cantando en la Plaza de San Pedro. Habían experimentado su amor, se sentían amados por él, “les había llegado a la patata”, pues su amor era el de Jesús que se desbordaba. Amaba la vitalidad, atrevimiento y los sueños grandes los jóvenes, pues él mismo tenía un corazón joven.
Esa noche a las 09:37 de la noche Juan Pablo II, dió su último aliento. A las diez de la noche, el murmullo de los rezos y el sonido de las cuentas del rosario cesaron cuando salió el vicesecretario de Estado, monseñor Leonardo Sandri, informando en italiano: “Giovanni Paolo II è retornato alla casa del Padre” Para asombro de muchos, la respuesta fue un clamoroso aplauso de todos los reunidos en la Plaza de San Pedro, era el gozo de la esperanza de la resurrección y la gratitud hacia este cariñoso Papa. Esos aplausos decían: ¡¡GRACIAS JUAN PABLO II, GRACIAS, GRACIAS!! Sabemos que sigues intercediendo por nosotros desde el Cielo, sabemos que ya estás allí.
Sin ninguna duda, de todos los lugares del mundo, incluso antes de conocer que Juan Pablo II había subido al Padre, miles de personas tenían la certeza de haber conocido un Gran santo. Nos había dicho tantas veces: “No tengáis miedo, abridle de par en par las puertas a Cristo”. Lo decía un hombre curtido por el sufrimiento.
Y… en su lecho de muerte se acordó de los jóvenes, estas fueron algunas de sus palabras: Siempre os he buscado amigos míos y ahora estáis aquí, os doy gracias por venir, en el Cielo os estaré esperando mientras construís aquel sueño que viví.
Si tuvieses a Juan Pablo II a tu lado ahora y te dijera algo, te miraría con ternura a los ojos, te ofrecería una sonrisa y te diría: NO TENGAS MIEDO. Él se había fiado de Dios toda su vida y alcanzó el propósito de la vida “ser feliz”, una felicidad que no se acaba, que sigue disfrutando.
Laura Ponce