Estos días muchos obispos y sacerdotes han relatado su vocación. Aquí dejamos el testimonio del cardenal de Madrid que escribió hace ya unos años. En este breve fragmento aparecen sus inicios vocacionales y como la descubrió la vocación en su más tierna infancia.
Mis recuerdos de la vocación sacerdotal se remontan a los primeros años de mi vida. Tendría 6 años, cuando en el pueblo en que vivía llegaron dos padres Redentoristas a dar una misión de aquellas que se daban en las parroquias. Uno de los sacerdotes se dedicaba a atender a niños y jóvenes. Recuerdo como si fuera hoy un encuentro con todos los niños del pueblo, que entonces eran muchos. Después de hablarnos el sacerdote, preguntó a los niños: ¿Quién de vosotros quiere ser sacerdote? Con la ingenuidad de un niño, pero con la sencillez y al verdad también de un niño, yo levanté la mano rápidamente y dije: Yo quiero ser sacerdote. El sacerdote me llamó y me puso en medio de todos los niños, y yo seguí afirmando yo quiero ser sacerdote. Recuerdo que él me felicitó por la valentía y la seguridad con que di aquella respuesta. Esto no se me ha olvidado nunca. Tal es así que aquella respuesta que di siendo niño fue madurando año tras año, hasta que decidí ser sacerdote.
Tenía 6 años cuando hice la Primera Comunión. Recuerdo aún a mi catequista, se llamaba Azucena y aún vive. La preparación fueron unos meses entrañables. ¡Cómo aprendía a conocer a Jesucristo cada día más y mejor! ¡Qué ganas tenía de recibirlo en mi vida y dejarle entrar en mi corazón! En el recordatorio que aún conservo pone el día más feliz de mi vida. Fue el día del Corpus Christi cuando hice la Primera Comunión. Iba vestido de Caballero de Santiago. Aún se conservan las fotografías de aquel día. Nunca se me olvidará la fiesta que se hizo la parroquia después de mi Misa. Tampoco olvidaré la fiesta que se hizo en mi casa. Pero recuerdo lo más importante, entendí muy bien que la fiesta que se hacía precisamente por lo que había sucedido en mi vida: Jesús había entrado en mi corazón, se me había dado en alimento y yo podía crecer alimentándome del Señor. Fue también un día que no olvidaré. La celebración del Día del Señor y la confesión frecuente fueron fraguando en mi vida. Es verdad que después de joven hubo unos años de distancia, pero nunca se me olvidó la marca que había producido en mi existencia el encuentro con nuestro Señor.
Ya habíamos ido toda la familia a vivir a Santander. Recuerdo que fui a hacer unos ejercicios espirituales con mis compañeros de curso. Una noche en la habitación arrodillado en el reclinatorio que había en ella, leyendo el Evangelio, apareció ante mis ojos el texto del joven que pregunta a Jesús qué debe hacer para tener la vida eterna. Aquella expresión de vende lo que tienes y dáselo a los pobres y después ven y sígueme me trajo el recuerdo de lo que yo de niño con 6 años había dicho yo quiero ser sacerdote. Y volví otra vez a plantearme la vocación al ministerio sacerdotal. Recuerdo que lo hablé con el sacerdote que nos dirigía los ejercicios. Él me habló de ser salesiano. Yo, sin embargo, quería ser como el cura de mi pueblo y como los sacerdotes que veía en las parroquias.
Fragmento del libro: Vocaciones Sacerdotales. Dijimos que sí.