Ya estamos aquí otra vez. El tiempo pasa y hoy, de nuevo, celebramos Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Y todo queda sometido a Él.
Mii amiga Inés —venga o no a cuento— en twitter pone de vez en cuando «¡Viva Cristo Rey! ¡Viva!» Y ojalá viva en todos los corazones porque en el mundo ya reina, aunque muchos no lo sepan y se distraigan con guerras y declaraciones de amistad con el Mal para quedar bien, y no se den cuenta de que Cristo nos amó primero y ha muerto y resucitado por nosotros.
A mí hoy me gustaría pedirle a Cristo Rey que seamos capaces de vivir en la unidad de los hijos de Dios, en la Verdad que Él nos ha revelado, con la Bondad que mana de su Corazón herido y en la Belleza de su amor, cada día más necesaria.
Hoy acaba el año litúrgico y el domingo que viene empieza el Adviento. Y volvemos a empezar. El corazón nos reclama esa paz, esa intimidad y esa cercanía necesaria con Jesús Niño y adentrarnos en ese misterio enorme del Dios que se abaja y se hace criatura. Deberíamos asombrarnos de ese Sagrado Corazón que empieza a latir ya en el vientre de María antes de nacer siquiera.
Y es que Dios siempre quiere adelantarse a todo para decirnos, eh, Elena, que no estás sola. Que todo lo que está pasando también pasará, que Yo no paso. Yo me quedo. Yo no muto. Yo estoy y Soy.
Soy esa fortaleza a la que puedes asirte y aunque todo se mueva Yo no te dejaré caer. Ven conmigo, vente conmigo al Portal con María y José y déjame nacer un año más en tu corazón.
¡Feliz Adviento! Preparaos bien, que Dios va a nacer. Y quiere nacer en cada uno de nosotros.
Hoy, más necesario que nunca, que Reine su Sagrado Corazón en toda la tierra.