El pasado día 11, durante la celebración del vigésimo “Encuentro Madrid” convocado por el movimiento Comunión y Liberación, tuvo lugar un debate para celebrar el quincuagésimo aniversario de la publicación del libro “Archipiélago Gulag” escrito por Alexander Solzhenitsyn. El momento fue protagonizado por Adriano dell´Asta, profesor de Lengua y Literatura rusa de las Universidades de Milán y de Brescia. La ocasión me animó a escribir sobre la obra de Solzhenitsyn con la intención de hacer valer, el valor y el tesón que este valiente escritor tuvo en la época que le tocó vivir. Y de igual forma, dar la debida repercusión a la obra para que se conozca y extienda como se merece.
El Gulag (Dirección General de Campos y Colonias de Trabajo Correccional), fue un sistema de campos de concentración, de trabajos forzados y de exterminio, inaugurado durante el mandato de Iosef Stalin.
El mismo Solzhenitsyn sufrió la represión de varios de estos campos cuando la NKVD, la temida policía política del régimen, encontró una carta que le dirigía a un amigo en la que criticaba a Stalin. El hecho le supuso la condena de ocho años en el Gulag, la cual cumplió íntegra. A su paso por los campos de concentración decidió dejar escrito lo que allí se vivía, las condiciones inhumanas con las que se trataba a los presos, la injusticia como máxima, y en definitiva cómo se implantaba al ser humano el régimen del Terror, que ya Lenin promulgaba y que Stalin perfeccionó de forma sublime.
De esta manera nace “Archipiélago Gulag” una obra inmensa de tres volúmenes que en su día sufrió una auténtica confabulación del aparato represor soviético. Pero no sólo de su país, sino también de los intelectuales comunistas que negaban la veracidad de lo escrito en el libro y de los partidos comunistas de todo el mundo.
Solzhenitsyn tuvo la idea y la paciencia de ir entrevistando a más de doscientos supervivientes de los campos y partiendo de cartas, recuerdos y testimonios confeccionando así su gran obra. Tras la muerte de Stalin en 1953, su sucesor Nikita Jrushchov, decide comenzar una etapa de aperturismo político en la Unión Soviética (URSS) debido a la mala fama que el país tenía en Occidente, fama de la que él culpaba a Stalin. Esto le sirvió a Solzhenitsyn para poder publicar ciertos trabajos, pero el deshielo duró poco para volver pronto el hielo, el sucesor de Jrushchov, Leonid Brézhnev volvió a la represión y Solzhenitsyn pudo escapar a Estonia donde terminó su obra y escondió el original. Lo tuvo listo en 1968 y consiguió microfilmarlo, pero seguía siendo secreto, había que sacarlo de la URSS. A través de un intérprete ruso que trabaja en Suiza lo consiguió.
En el año 1970 la academia sueca concede a Solzhenitsyn el Premio Nobel de literatura. No podrá ir a recoger el premio, la represión a los intelectuales era férrea. El KGB –anterior NKVD- detuvo a una amiga y colaboradora suya, Elizaveta Voronyanskaya, a la que incautan una copia del manuscrito. Tras varios días de interrogatorio y visibles muestras de tortura, es liberada y la encuentran ahorcada en su casa. Este fue el momento en que Solzhenitsyn decide que el libro ha de ver la luz. Se publicó en París en ruso en 1973 y poco después entró de forma clandestina en la URSS.
Lo que Solzhenitsyn dejó claro con su legado escrito es que el marxismo y los campos del Gulag tenían una relación directa; en definitiva, que el Gulag, el Terror, no era una anomalía del marxismo sino su consecuencia natural. Esta reflexión que ha sido muy discutida y negada por la intelectualidad comunista europea tiene, a mi juicio, una explicación razonable y entendible.
Karl Marx apostó claramente, en “El Manifiesto Comunista” (1848), por la indolencia del trabajador. Es decir, extendía entre los obreros que la especialización en el trabajo era un incoherente, ya que esto les tendría atados a un sueldo miserable de por vida, con la consiguiente dependencia de los “detentadores de los medios de producción”. Por ese motivo, los animaba a cambiar de tipo de trabajo con asiduidad y esto lo decía en una Rusia donde el 2% de los trabajadores estaba ocupado en las fábricas y el resto de la población en el campo. Llega la revolución de 1917 y resulta que ahora Lenin aplicando los conceptos marxistas, decide que toda la población ha de ser proletariado fabril, y que debe ocuparse siempre en el mismo trabajo llegando a la alienación.
Obviamente, para conseguir esto no había más remedio que la imposición, y esta se consigue con la violencia y con el Terror, del que Lenin hablaba sin tapujos. De ahí que se diseñase la red de campos de concentración -Gulag- para los disidentes, que fue la mayoría de la población.
Solzhenitsyn en un discurso formuló una pregunta que probablemente sería la que le llevó a escribir “Archipiélago Gulag”: ¿qué puede hacer la literatura contra el asalto despiadado de la violencia bruta? La respuesta la dio de forma clara: “la violencia halla su único resguardo en la mentira y el único soporte de la mentira es la violencia”. Lo que es inadmisible desde la razón es consentir regímenes que se basen en el poder ilimitado sostenido por gente limitada. Esto inexorablemente conducirá a la crueldad.
Y para acabar, con respecto a la mentira por sistema y tomada como verdad por repetición, esto lo perfeccionó de forma extraordinaria el ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels, dijo: “Sabemos que nos mienten. Ellos saben que nos mienten. Ellos saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que ellos saben que sabemos que nos mienten. Y, sin embargo, siguen mintiendo”. Que la pretensión de Alexander Solzhenitsyn de conocer la verdad a toda costa sirva para que la sociedad no cometa abusos y atrocidades como las que él y millones más sufrieron.
José Carlos Sacristán