Siempre que pienso en qué espero del cielo o qué hay allí, me entra una rallada mental complicada de explicar.
Por un lado, es como miedo a la muerte, es decir, si voy al cielo es porque ya mi vida en la tierra se ha acabado para siempre, pero, por otro lado, me da paz y tranquilidad porque sé que voy a estar con Dios y mi gente, además de que no es un final.
Ese miedo o incertidumbre se me va porque de verdad quiero y creo que ir al cielo es como ponerle la guinda al pastel a todo nuestro recorrido.
Prepararse para ir al cielo es jodido… porque es como perdonar, pedir perdón, quitarse el lastre que lleves encima para llegar lo más “limpio” posible. Quitarnos esas espinitas que se nos van clavando durante la vida y que nos vamos clavando, asumir todo aquello que hemos hecho mal para que, cuando estemos arriba, seamos plenamente felices.
Conforme voy escribiendo esto, me va entrando el gusanillo de saber qué habrá arriba, con quién nos encontraremos, quién nos espera y qué tiene nuestro Dios preparado para nosotros, que es de las pocas cosas de las que no tengo dudas y es que será un genial anfitrión.
Yo no sé vosotros, pero yo he estado en muchísimas copas con colegas y ha sido tema recurrente: el Cielo. Cada uno “escupe” su teoría y lo que espera, pero siempre hay una cosa que me llama la atención y me flipa, y es que nunca nadie espera nada negativo. Obviamente, existe como anteriormente decía el “miedo”, pero realmente sabemos que, teniendo Fe, nada malo nos espera.
He de decir y pienso que el Cielo es como la meta, pero que la verdadera meta es todos los días. Me explico: yo creo que debemos tener el Cielo como un objetivo diario, siempre estar al pie del cañón de ser nuestra mejor versión y no esperarnos a nuestro último día para ser y llegar ser buenas personas.
Es complicado, lo sé -y yo mejor que nadie-, ser siempre perfecto y tener muchísima Fe es difícil, pero esta antesala que nos brinda Dios de la vida tenemos que exprimirla al máximo intentado siempre ser esas “personas vitamina” para dejar un legado de la leche aquí en la Tierra.
Como he querido titular la publicación: tener esas ganas todos los días de querer tocar el cielo con los dedos.
Jacobo Cárdenas | @jacobogcardenas