Últimamente hay una idea que no se me va de la cocorota: ¿cuántos tenían que ser líderes y no lo están siendo? ¿Cuánta buena gente tenía que cambiar su entorno y se limita a ser mediocre? ¿Cuántos hay que tenían que ser luz y no lo son? Y todo ello, simplemente por pactar con los defectos.
Todos tenemos nuestras malas tendencias. Y efectivamente, en algunos tiran mucho más que en otros. Sin embargo, el problema que tenemos es que al poco (o mucho) tiempo de luchar, nos damos cuenta de que seguimos igual, cayendo una y otra vez en lo mismo. Y al final lo que hacemos es pactar, justificándonos, pensando que “lo correcto está en no pasarse demasiado’’, y tenerlo más o menos controlado. Porque además todos lo hacen. Además, ¿para qué luchar si no sé si voy a ganar? Es en ese punto cuando estamos fritos espiritualmente. Apaga y vámonos. La luz que tenías que ser se apaga.
La clave está en luchar y no dejar de hacerlo. Independientemente del resultado. En nuestras vidas, tenemos la gran suerte de que no se nos juzgará por los resultados, sino por la batalla que hayamos presentado. Y la lucha tiene que ser hasta la muerte, nunca mejor dicho.
Si fueras consciente de la gran capacidad que tienes de influenciar en tu entorno te quedarías apabullado. No olvidemos que el mal triunfa por todos aquellos que dejamos de hacer el bien. Y para hacer el bien, lo primero es luchar con los propios defectos. Es la única manera de cambiar las cosas, desde dentro hacia fuera.
Y para luchar hay que proponerse metas a corto plazo y realizables. A veces tendemos incluso a dejar de hacerlo, porque la batalla que somos capaces de librar nos parece poca cosa e inútil. Pero es ahí dónde está la clave, ese pequeño paso. Puede ser tan simple como hacerte un cubata menos, o no darle esa calada al porro o controlar en un instante la mirada, o estudiar 15 minutos más. Ese pequeño gesto no es poco, es un mundo. Ahí es cuando empiezas a ser luz. Porque estás luchando por ser mejor. Y esa lucha te capacita para cambiar el mundo.
Se nos permite ir a derecha o izquierda del camino, incluso retroceder, pero no abandonarlo. ¡No pactes jamás! ¡Lucha hasta el final! ¡Es ahí donde están los verdaderos héroes!
Alex Bachs de Lacoma