Me acaba de enviar un amigo este cuento oriental muy propio en estos días de la Novena de la Inmaculada.
Cuentan, dice la narración, que en los primeros años del cristianismo en Oriente se contaba esta historia:
Un día Dios-Padre le dijo a Jesús: ¿A que no sabes quién va a ser tu madre en la tierra? Jesús le contestó: tienes que darme una pista. A lo que respondió: es la más bella entre las mujeres. Jesús salió a buscarla por todo el mundo y al regresar al Cielo le dijo a Dios-Padre: no la encuentro. Todas son muy bellas pero todas muy presuntuosas. Necesito otra pista. De acuerdo, le dijo Dios-Padre, te doy otra pista: es la más piadosa entre todas ellas. Volvió Jesús a visitar la tierra y regresó sin tener tampoco respuesta: hay muchas que rezan mucho pero rezan solo para pedir ser la madre del Mesías. Necesito una última pista. Te voy a dar la pista definitiva, le dijo Dios-Padre, es humilde. Ya se quién es, exclamó con jubilo Jesús, sólo puede ser María.
Ella la que es más bella sin presumir. Ella que es la más piadosa sin pedir. Ella que es la más humilde por servir.