Pues no, pero también sí. Han causado gran revuelo estas palabras del Papa, sobre todo en el que esto escribe. «Oiga, Santo Padre, que yo no pienso como un comunista», me dije al leer sus palabras. Y seguro que muchos comunistas habrán pensado lo mismo invirtiendo la frase.
Los cristianos coincidimos con los comunistas en algunas cosas: por ejemplo, Jesús vino a decir que la sociedad debiera ser construida por los pobres, los débiles y los excluidos. Y el comunismo también dice más o menos lo mismo. Más o menos, pero no. A la luz de la Historia podemos comparar cómo se han regido los países con gobiernos profundamente cristianos y como con gobiernos profundamente comunistas. Éstos, pese a llevar por bandera la anterior consigna, han acabado todos aprovechándose y asesinando a los más pobres y débiles.
El comunismo busca una sociedad igualitaria y libre, excluyendo de ésta a Dios y todo lo que tenga que ver con Él, sustituyéndolo por el ser humano. Por el contrario, nosotros los cristianos buscamos una sociedad justa. Pero no pensamos que todo se soluciona arrebatándole sus bienes al burgués para que sean repartidos equitativamente al proletariado, sino que la libertad y justicia se lleva a cabo sembrando en la sociedad el Evangelio para que haya más personas como Zaqueo y menos como los fariseos.
Pues claro que ellos tienen cosas en común con nosotros y nosotros con ellos, pero no hay que olvidar nunca que aunque algunas parezcan iguales no son lo mismo, y el fin de cada una es totalmente distinto. No nos engañemos: un cristiano jamás será un buen cristiano si es comunista. Nadie puede servir a dos señores, como dijo Cristo en el Evangelio. Es imposible querer servir a Dios y al César –comunista o no- al mismo tiempo. Sin embargo, nuestro deber es dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César.
Eduardo López Perez