Mientras me hacía esa pregunta para preparar estas líneas, miraba un crucifijo (porque para mí ese crucifijo es como una enciclopedia del pensamiento de Dios, siempre lo encuentro todo) y allí encontré la respuesta a mi pregunta: ¡NO! La misericordia no se acaba nunca; ni la de Dios para con nosotros, ni la nuestra para con los demás (aunque esto nos cueste un «poquito» más).
Hoy mismo se cierran las puertas santas de las diócesis, estamos a unos días de que termine el Año Santo de la Misericordia que el Papa Francisco convocó el año pasado, no tengo ninguna duda de que para ti también ha sido un año lleno de gracia, un año de curar heridas, de dejarse empapar por la misericordia, o quizás, simplemente, de aprender lo que era. Un año de reconciliación con un Dios que tal vez creías ajeno a tus problemas, un acercamiento a su amor infinito a través de la confesión frecuente, quizás con un amigo o familiar de quien estabas alejado, o a lo mejor simplemente contigo mismo, un tiempo de haber empezado a ver que si Dios ama y acaricia tus heridas y limitaciones, ¿por qué tú no vas a amarlas para poder curarlas o aceptarlas?
¡Este Año Santo va a dejar huella! Han sido muchísimos los gestos de amor y misericordia profunda que hemos vivido este año, por parte de mucha gente pequeña en sitios pequeños, de la Iglesia como institución en muchos lugares y, sobre todo, los más visibles y mediáticos han sido los que ha hecho el Papa Francisco para darnos ejemplo a todos.
¿Y ahora qué? Ahora nos toca vivir la quinta semana, como pasa en ejercicios espirituales, la de volver a la realidad cotidiana, la de llevar todo esto a cabo sin necesitar un año que nos invite especialmente a ello. Ahora es momento de seguir viviendo las obras de misericordia, de seguir acercándonos al sacramento de la confesión cada vez que caigamos, de seguir construyendo el reino de Dios en la tierra sembrando su justicia, que solo viene de la profunda misericordia, de abrir el corazón para que en él nos quepa toda la humanidad: los de cerca, los de lejos, los que sufren, los que lloran, los que trabajan por la paz, los que dan su vida por Cristo en los hermanos…, de seguir mordiéndonos la lengua antes de sembrar división con una palabra hiriente, de seguir sacrificando un poco de nuestro tiempo y recursos en favor de quienes más nos necesitan…
¿De verdad piensas que tu Año de la Misericordia tiene que terminar aquí? ¡Durante toda la próxima semana te daremos razones y claves para que te animes a seguir sembrando misericordia a tu alrededor!