Retomamos nuestras catequesis sobre el padrenuestro y hoy nos adentramos en una petición que a simple vista, si la pensamos, no parece nada fácil. Hoy pedimos a Dios que siempre y en todo momento se haga Su voluntad y no la nuestra, sabiendo que esto puede implicar ciertas renuncias o sufrimientos. Y es que, a veces, Su voluntad puede pasar por una humillación, un suspenso, una enfermedad, la pérdida de un ser querido… Por ello, aquí lo realmente importante es pedir esto estando convencidos de que Su voluntad siempre es lo mejor y lo que más nos conviene.
Pedir que se haga Su voluntad básicamente equivale a darle al Señor un cheque en blanco. No rezamos: «hágase Tu voluntad cuando a mí me guste o me vaya bien» sino que pedimos que SIEMPRE se cumpla sea cual sea. Y para pedir con esta fe, debería bastarnos la certeza de que la vida que el Señor quiere para cada uno de nosotros es la más feliz y alegre que imaginemos, sin prejuicio de que en ella a veces pueda aparecer la cruz.
Nuestro ejemplo aquí, como en todo, vuelve a ser Jesús. Él nos enseñó este modelo de obediencia al Padre cuando sudando sangre pidió: «Padre, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22-42). Y así y con estas acabó muriendo de la forma más humillante y dolorosa a la vez que humilde por ti, por mi, por cumplir también Su voluntad.
El contraejemplo, sin embargo, lo encontramos a su vez en Pedro cuando intenta apartar a Jesús de la voluntad de Dios: «lejos de ti, Señor; de ningún modo te ocurrirá eso» (Mt 16-22), o cuando en el Huerto de los Olivos cortó la oreja a Malco revelándose contra el prendimiento del Señor (Jn 18-10). Jesús lo reprende severamente en ambos casos: «¡apártate de mi, Satanás! y «envaina tu espada, ¿acaso no voy a beber el cáliz que el Padre me ha dado?». No olvidemos esto, porque es ahí donde el demonio juega sus cartas haciéndonos querer al otro con un falso y egoísta amor.
Acabo ya proponiéndote que desde hoy tu oración nunca más sea egoísta e interesada. Jesús: enséñanos a orar, a cumplir la voluntad del Padre, a querer lo que a vosotros os agrada.